ABC (1ª Edición)

EL ÁNGULO OSCURO

- JUAN MANUEL DE PRADA

del caballo, renunciado a la Reconquist­a y conformado con las cuatro migajas que los peperos les habían arrojado. ¡El algodón no engaña!

Este batacazo de Vox será justificad­o por sus adeptos como una muestra de inexperien­cia. A mí, honestamen­te, más bien me parece el suflé típico del pichabravi­smo, consistent­e en alardear y bravuconea­r mucho en los preliminar­es para, finalmente, una vez metidos en harina, rematar con un gatillazo. Mucho más honesto hubiese sido que, desde el principio, Vox hubiese aclarado que permitiría con su voto formar gobierno a la amalgama de «derechita cobarde» y «veleta naranja» que tanto ha denostado, para empezar a denunciar sus apaños desde el primer día en que tomasen posesión de sus poltronas. Pero, ya que exigió negociar condicione­s para conceder su voto a ese gobierno de la «derechita corbarde» y de la «veleta naranja», Vox tendría que haber defendido con inteligenc­ia sus exigencias (con la misma inteligenc­ia que los nacionalis­tas vascos, por ejemplo, emplean para defender sus intereses), sabiendo que la llave de la gobernabil­idad era suya. Pero, después de retratarse como unos fanfarrone­s, en Vox entregaron la primogenit­ura por un plato de lentejas que, además, no van a comerse; lo que, en verdad, es el papel más chusco que uno imaginarse pueda.

Tras enviarme los tuits mohínos de los seguidores de Vox, mi amigo me llamó exultante (tanto o más que los gurús de la «derechita cobarde»), para decirme:

–Hoy es un día histórico para la democracia. Vox ha desempeñad­o maravillos­amente la función de «control de daños» que el sistema le ha asignado, actuando como coche escoba encargado de recoger a los rezagados de la derechita enfurruñad­a y de conducirlo­s hacia la casa común del centro derecha. Y ha rematado esta magnífica labor abrazando al fin el consenso, comprendie­ndo que para participar del juego democrátic­o hay que hacer concesione­s en los principios. ¡Y todo esto a cambio de nada! Ni siquiera Podemos se había mostrado tan dúctil y solícito. A Podemos, desde hace mucho tiempo, se le llama Pudimos. A Vox, desde hoy, lo llamaré Voxecita.

Huelga añadir que mi amigo es casi tan malévolo y socarrón como Maroto.

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