Un despacho político entre las rejas de la gavia
Se comenta en algunos corrillos de la Barcelona política que uno de los módulos de la cárcel de Lledoners –el dos, en concreto– es más una Consejería de la Generalitat que una prisión en la que sus inquilinos esperan a ser juzgados por el Tribunal Supremo.
No hay semana que algún miembro del gobierno catalán no despache asuntos con los Oriol Junqueras, Raül Romeva, Jordi Sànchez, Joaquim Forn, Josep Rull, Jordi Turull y hasta con Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural. De hecho, el modus operandi en las altas esferas de la relación Generalitat-movimiento secesionista (en el que se incluye a Carles Puigdemont desde Bélgica) es el siguiente, grosso modo: al inicio de la semana, reunión con los presos; su opinión se traslada a los partidos y al gobierno catalán; y al final, se contrasta con Puigdemont –que da o no su visto bueno– y se dan las órdenes a quien corresponda.
Esta forma de actuar cuenta con las ventajas que los presos citados del módulo dos de Lledoners tienen a la hora de recibir visitas. Hace unas semanas, el PP catalán alertó de que bajo la excusa de «visitas institucionales» se estaban colando reuniones y encuentros de los líderes del «procés» que no se ajustan a los protocolos establecidos. Ni por los nombres
Con la salida de Rull de la cárcel de Lledoners, la víspera de Reyes, los indicios de trato de favor aumentan para con los presos acusados de rebelión