ABC (1ª Edición)

España coge tono ante Bahréin

∑ Trabajado estreno de la selección, que suma confianza y los dos primeros puntos

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el primer Wimbledon que levantó en 2013. El escocés pasó a ser británico aquella tarde de julio tras derrotar a Novak Djokovic. La colina de la Catedral del tenis se bautizó con su nombre porque sucedía, por fin, a Fred Perry como campeón de casa, 77 años después. Consolidad­a por fin su valía y su candidatur­a a todo, volvió a besar la Copa en 2016. Un año sublime para el de Brisbane porque fue padre en febrero, se colgó su segundo oro olímpico, en Río, tras el de Londres 2012, y terminó con la Copa de Maestros y en el número 1 del mundo, donde se mantuvo durante 41 semanas.

Un año en el que, después de siete títulos y de convertirs­e en mejor tenista en tierra batida, finalizó su relación profesiona­l con Amelie Mauresmo, a quien contrató en 2014 convirtién­dose en un hecho revolucion­ario que cambió más de una mentalidad. Porque Murray, dueño de catorce Masters 1.000 y un tenis completísi­mo en todos sus golpes, también es uno de los más comprometi­dos con la igualdad entre mujeres y hombres en el planeta tenis: en el Masters 1.000 de Roma 2016 decidió que cobraría la misma cantidad de dinero que las mujeres, que cuentan con menos premios que los hombres; en Río 2016 corrigió a un periodista que le dijo que era el único con dos oros olímpicos: «Las hermanas Williams tienen cuatro cada una», espetó; en Wimbledon 2017 también incluyó a las mujeres cuando otro periodista hizo repaso de la historia de este deporte: «Tenista masculino», matizó al hablar sobre semifinali­stas estadounid­enses en un Grand Slam, en el que fue su último partido antes de que la cadera tomara las riendas de su vida.

«Lo he intentado todo»

Porque tras aquel 2016 de ensueño, llegó la pesadilla. La cadera, que le molestaba desde hace años, se convirtió en una tortura. Intentó encontrar soluciones en el descanso y en la medicina. Acortó su 2017 y pasó por el quirófano en enero de 2018. Reapareció tímidament­e en junio, casi un año después, pero renunció a Wimbledon pocos días antes de empezar. Sumó solo doce encuentros en el curso. Y en diciembre, a pesar de intentarlo una vez más, la decisión. «He hecho todo lo posible para estar mejor, pero nada ha ayudado. Siento mucho dolor. Desde hace unos veinte meses. Incluso en el día a día, al calzarme o ponerme los calcetines. Puedo seguir jugando, pero no al nivel que me hace feliz», confirmaba ayer con el dolor asomándole en los ojos y el orgullo obligándol­o a salir de la sala para recomponer su valor.

El planeta tenis ya siente su ausencia. David Ferrer, Rafa Nadal o Novak Djokovic le mandaron su apoyo. «No dejes de intentarlo, sigue luchando. Puedo imaginar tu dolor y tu tristeza. Espero que puedas superarlo. Mereces retirarte según tu propia decisión», le regaló Juan Martín del Potro, otro guerrero ante las lesiones. Murray lo ha intentado todo. La cadera dice adiós por él, aunque devolverá hasta la última pelota para llegar a Wimbledon.

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EFE

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