TELEVERITÉ
CIERRE
Cualquiera que después de esta semana sostenga que en España hay una opinión pública digna de tal nombre o va con las luces justas o es sospechoso.
El debate alrededor de Vox y sus exigencias respecto a la LIVG tuvo un reflejo tan sesgado y grotesco en los medios de comunicación que acabó siendo más importante que la propia negociación política.
Izquierda, centro y derecha se volcaron en «recibir» al extraño, y no le pedían que cumpliera con su función constitucional de representar el punto de vista de 400.000 andaluces, sino todo lo contrario: que renunciara inmediatamente a ello para entrar en el club.
El rito de entrada era la aceptación del trágala de las leyes de género. Alrededor de ellas se ha cerrado el Sistema y debe de tratarse de algo «estructural» porque está presente en todo, desde la publicidad de las grandes empresas hasta los volatines del último oportunista con facilidad de palabra (por el humo se sabe dónde está el fuego y por el jeta se sabe dónde está el chollo).
Es comprensible. Esta ideología da oxígeno a la izquierda que sustituye al obrero que ya no defiende por la mujer, revitaliza el Consenso y hasta estimula el consumo. Desde el momento en que subvenciona a un ejército de profesionales de la cosa, el tinglado ya va solo, es un móvil perpetuo, un organismo que se alimenta de sesgar, reducir e interpretar ideológicamente la constante humana y dolorosa de la violencia. Pero no de toda la violencia.
Al discrepante se le coloca más allá de los muros de lo decente. Más allá de lo facha. En la Siberia de lo facha. El mero cuestionamiento de una ley que se asienta sobre presupuestos aberrantes, no científicos, y que rompe la igualdad jurídica (algo que ya no se discute, sino que se justifica) se quiere confundir con la desprotección de la mujer.
La propaganda es delirante, y hasta la derecha residual, que blasona de cosmopolitismo o liberal lo puramente acomodaticio, ha cumplido con su parte del trato caricaturizando sin más al «radical».
Las nuevas tecnologías permiten dejar de ser esclavo de opiniones tan serviles. Los partidos se han creado un debate público a medida, pero igual que el ojo va a la luz, la mente necesita verdad. Y tarde o temprano hará por encontrarla.