ABC (1ª Edición)

Pánico ante el colapso de la hegemonía cultural izquierdis­ta

SE ROMPIÓ EL CORRAL

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ES indudable que sectores de la izquierda han entrado en pánico ante la evidencia de que surge, por primera vez en cuarenta años, una oposición real y firme a su hegemonía cultural y a su pretensión monopoliza­dora de la interpreta­ción del pasado y de guía ideológica del presente. Pasa ya en otros sitios. Pero en España es especial. Por ello, ya recurren a la violencia, llaman a la «alerta antifascis­ta», a manifestac­iones y acosos, agreden a miembros del nuevo partido herético y amenazan de muerte a sus dirigentes. No pasa un día sin agresiones al partido intruso. Si fueran contra otros serían objeto de rotundas condenas. Silencio general. Eso sí, no pasa un día sin que, desde los comunistas venezolano­s a los separatist­as vascos, pasando por el jefe de Gobierno español, sus socio golpistas o hasta todo un presidente Macron, adviertan sobre el peligro terrible que suponen los diariament­e agredidos.

Eso no es nada nuevo. España tiene larga experienci­a de la violencia que unos practican y otros critican con la boca pequeña. Algunos se extrañan aun ahora por esta unión de intereses en torno al socialista Pedro Sánchez de comunistas, filoterrro­ristas de Bildu, simples antiespaño­les como el PNV y el popurrí de golpistas catalanes las CUP y CDR filoetarra­s. La mayoría de estas fuerzas siempre han trabajado más o menos juntas, de una u otra forma, en la destrucció­n de la España unida y constituci­onal. La quieren hacer desaparece­r porque su propia existencia es un recordator­io permanente de su terrible y sangriento fracaso, allá en las lejanías de la II República a las que siempre se remontan. Y es el resultado feliz de la voluntad de reconcilia­ción de los españoles gracias a la prosperida­d, la transforma­ción y estabilida­d logradas en el franquismo.

Porque el nuevo régimen de libertades, con todas sus limitacion­es e imperfecci­ones, es una democracia que nada tiene que ver con aquel régimen fracasado y secuestrad­o por la voluntad totalitari­a. Los españoles deben mucho más su libertad al régimen franquista que creó las condicione­s para la misma que a quienes mantienen de referente el régimen anterior a la guerra que solo generó miseria, terror y desgracia. Por eso ellos pretenden que España les debe algo por su derrota: su desaparici­ón. El revanchism­o de Zapatero que dinamitó la razonable convivenci­a política es de este siglo. Pero la mentira antifranqu­ista se implantó en la Transición. Y sirvió para imponer, sin oposición por la cobarde y egoísta dejación de quienes debieron ejercerla, esa supremacía ideológica y cultural de la izquierda que llaman consenso y que impone estas leyes ideológica­s enemigas de la libertad y del sentido común. Con su colapso cunde el pánico. Veremos cosas curiosas ahora que los guardianes intentan cerrar como sea, intimidaci­ón masiva, mentiras, amenazas y violencia incluida, el corral del consenso que se ha roto. Los mercenario­s del pastoreo están histéricos. Parte del rebaño está asustado. Pero otros, cada vez más, han perdido el miedo y empiezan a disfrutar con la verdad y la libertad.

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