«Portavoza»

PORTAVOZ DE PODEMOS EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Desde el discurso de la moción de censura a Rajoy, aquella que fracasó en 2017, no se le escuchaba a Irene Montero (Madrid, 1988) un discurso tan vibrante, de esos de vena en cuello, como el que pronunció esta semana en su rentrée política tras tres meses de baja de maternidad. En las formas, claro, porque el fondo de la intervención estuvo a la altura de la marca, es decir, con la misma altura que el que se puede escuchar en una asamblea de instituto durante el recreo. A Montero y a Iglesias les llaman ahora «los Clinton de Galapagar», pues la pareja se reparte el papel de solista en Podemos, después de que el secretario general haya ido liquidando uno a uno, dentro y fuera de las Cortes, a los que venían pintado algo en la formación morada. Así que este trimestre será ella la que lleve la voz cantante mientras Iglesias se dedica a los gemelos. Le toca, será líder además de «portavoza», como ella dice. Y el comienzo de su discurso vino por ahí, pues hablando de partos múltiples criticó a «los trillizos reaccionarios», en referencia a PP, Cs y Vox, y pidió contra ellos una «revolución de las mujeres». Pronosticó Montero toda clase de cataclismos sobre España y, sobre todo, sobre las mujeres y más sobre las «mujeres trabajadoras», ya lleven toda la vida dando el callo o un año, que es el tiempo que ella trabajó fuera de política, en una tienda de electrodomésticos. Licenciada en Psicología, se educó en un colegio muy progre de Moratalaz, su barrio... muy progre pero de pago, lo que no le impide ahora ser una firme defensora de la supresión de la ensañanza concertada. Todo por la pública, la re-pública debe ser.