Pobre España, en manos de gobernantes perversos (que son también prepotentes e ineptos)
INEPTO, PREPOTENTE, PERVERSO
AFIRMABA Santo Tomás que el Gobierno debe confiarse a quienes exceden en virtud e inteligencia al común de los mortales. No hay gobierno digno de tal nombre sin un sentido natural de la jerarquía o una anuencia de los espíritus que reconoce y encumbra a quien descuella sobre los demás. Encumbrar lo que es de naturaleza inferior es siempre una monstruosidad; pero aún en la monstruosidad hay grados.
Los clásicos distinguían tres tipos de gobernantes dañinos; el inepto, el prepotente y el perverso. El gobernante inepto es achaque propio de las monarquías, sobre todo si son hereditarias (pero también de las electivas, si quienes eligen son memos o malintencionados). De vez en cuando, hasta en las estirpes más egregias, surge un hombre débil con pocas dotes de mando, con pocas luces, con poca energía, con poca capacidad de sacrificio. Y a estos hombres, precisamente porque tienen poca autoridad, les gusta exagerarla, del mismo modo que el hombre alfeñique y pichafloja suele ser también el más rijoso. Como tienen la íntima convicción de no merecer el mando, se vuelven mandones y aspaventeros. Pero sus aspavientos dan más risa que miedo.
Mucho más temible que el gobernante inepto es el gobernante prepotente, que es achaque propio de dictaduras. Al gobernante prepotente lo caracteriza el apetito de poder, el placer de imponer su voluntad