ABC (1ª Edición)

La musa secreta de Borges

∑Fue la destinatar­ia de sus «Dos poemas ingleses» y podría haber inspirado, según las pesquisas del artista Bony Bullrich, a la Beatriz Viterbo de «El Aleph»

- INÉS MARTÍN RODRIGO

Con Jorge Luis Borges (18991986) nada es casual. En él se impone la causalidad, a través de las incesantes pistas que fue dejando en todos sus textos. Y, sin embargo, su obra, brillante, inmensa, inmortal, está revestida de un misterio que no hace más que agrandar el mito. A cada nueva lectura, un descubrimi­ento, la certeza de algo que, al principio, ni se intuyó. Eso le pasó al artista argentino Bony Bullrich (Buenos Aires, 1964), quien, tras décadas de obsesiva lectura de «El Aleph» (1949), hace unos meses dio con la posible identidad de Beatriz Viterbo, su protagonis­ta. Aunque Borges le contó a María Esther Vázquez, una de sus biógrafas, que una de las tres mujeres que inspiraron el personaje estaba viva, el escritor nunca quiso revelar quién era.

Según Bullrich, «“El Aleph” es una fotocopia imaginaria de la historia clínica de Beatriz Bibiloni», a la que Borges dedicó los «Dos poemas ingleses», escritos en 1934 y que incluyen algunos de su versos más hermosos y sensuales: «Te ofrezco ese núcleo de mí mismo que he salvado, de algún modo: ese corazón que no comercia con palabras, que no trafica con sueños, y que no ha sido tocado por el tiempo, por el júbilo, por las adversidad­es». En vida, Borges no quiso que se tradujeran. Quién sabe por qué. El caso es que Bibiloni estaba casada.

«El hallazgo fue un accidente en mi vida, ya que siempre atribuí “El Aleph” a Estela Canto o Elena Alvear. Hace unos meses, puse en un Excel todos los dichos sobre Bibiloni, y todo cambió», reconoce el artista, nieto de nuestra protagonis­ta. He aquí las «coincidenc­ias» entres ambas mujeres, en palabras de Bullrich y con las frases escritas por Borges en el cuento entrecomil­ladas: «Cuando era joven, Beatriz Bibiloni “tenía largas y afiladas manos, era levemente inclinada y había en su andar, si el oxímoron es tolerable, una como graciosa torpeza”. No nació en “Invernes”, pero «Historia universal de la infamia» (1935), el primer libro de relatos de Borges, estaba dedicado a una misteriosa mujer cuyas iniciales eran I.J. En la segunda edición (1954), reemplaza a I.J. por una no menos desconocid­a S.D. Según Borges contó a Estela Canto, S.D. era Sara Diehl, pero «todos sus biógrafos se dieron por vencidos» con la identidad de I.J. Un día, buscando informació­n sobre Sara Diehl, Bony Bullrich consultó su árbol genealógic­o: se llamaba Sara Isabel Josefina Diehl. «¡I. J. es Isabel Josefina. Siempre fue la misma! Estaba casada y, para protegerla, Borges puso las iniciales del medio. En 1954, murió su marido y lo

cambió».

de chica le decían “la inglesa”. Tenía “una violenta cabellera, altivo cuerpo, y un cáncer en el pecho”. Por si fuera poco, “un émbolo” (accidente cardiovasc­ular) la transformó en “la reliquia atroz de lo que deliciosam­ente había sido” para Borges en su juventud. Además, está la “abarrotada salita”, un cuarto que era así porque, tras sufrir el derrame, ya no le interesaba más lo estético, sólo lo que necesitaba. Y, sobre todo, “había en ella negligenci­as, distraccio­nes, desdenes, verdaderas crueldades, que tal vez reclamaban una explicació­n patológica”. Son tantas las referencia­s a ella...».

Mujer espectacul­ar

Bibiloni nació en Buenos Aires el 20 de noviembre de 1902. Su madre, María Webster, fue la responsabl­e de su educación y de que manejara tan bien el español como el inglés (¿entienden ahora por qué Borges, «Georgie» para ella, escribió aquellos versos en el idioma de La argentina Beatriz Bibiloni, en una imagen de juventud Shakespear­e?). Hermosa, deportista, culta, intelectua­l, encantador­a, Bibiloni encandiló a la sociedad de la época, Borges incluido, aunque terminó casándose con el abogado «Tito» Bullrich. Celebraron su luna de miel a bordo del trasatlánt­ico «Cap. Arcona», donde, según recuerda Elvira Corbalán, cuidadora de Bibiloni, fue descrita por el capitán como «la mujer más espectacul­ar que había viajado jamás en los barcos de la línea Alemana Hamburg Süd». Bullrich explica que «ese fue el momento en el que Borges estuvo enamorado de ella, pero Beatriz sólo le miraba como amigo, aunque le quería mucho». El tiempo iba pasando y, «alrededor de los años cuarenta», Bibiloni sufrió el primer accidente cardiovasc­ular de los tres que tendría. «Le dieron la extremaunc­ión, pero, milagrosam­ente, al día siguiente se despertó y sobrevivió cincuenta años más», recuerda su nieto, aunque «ya no era la misma».

Ese es el personaje, ya enfermo, lastrado por la embolia, que aparece en los diarios de Bioy Casares, que tituló «Borges» (2006) y que, según Bullrich, son ejemplo de la «posverdad» y «políticame­nte incorrecto­s». «Con frases aisladas, construye personajes, incluso con Beatriz Bibiloni. Ella adoraba a Borges y tenía toda la confianza con él. Le decía todos los disparates habidos y por haber y, después, Borges iba a comer con Bioy y se lo contaba. Le contaba que cuando estaba muy medicada se caía de las escaleras, que creía que estaba en

«Se conocieron en su juventud. Él se enamoró, pero ella sólo le miraba como amigo»

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