ABC (1ª Edición)

De lo que no cabe duda es que la psicopatía de este asesino guardaba relación con su infancia

- POR RODRIGO CORTÉS

Según confesó su mujer, Gacy era incapaz de mantener relaciones sexuales con ella y buscaba contactos con otros hombres desde los primeros meses de su matrimonio, que duró cuatro años. Marlynn se divorció después de finalizar un juicio que declaró culpable a su marido de abusos sexuales a menores. Fue sentenciad­o a 10 años de cárcel, pero no los cumplió por su buen comportami­ento. Gacy se volvió a casar en Chicago y tuvo dos hijos. Se rehabilitó de forma aparente e ingresó en el Partido Demócrata. Con sus dotes teatrales, se ofrecía voluntario para actuar como payaso en las fiestas de sus amigos y de su formación política. Hay una foto que le muestra con Rosalynn Carter, la mujer del presidente, que le firmó una cariñosa dedicatori­a.

En 1978 fue investigad­o por la desaparici­ón de un adolescent­e. La Policía no se creyó sus confusas declaracio­nes y comenzó a sospechar que era el autor de dos asesinatos. Tras un testimonio incriminat­orio, Gacy finalmente reconoció que había asesinado y abusado de 33 hombres, en su gran mayoría muy jóvenes, e indicó al fiscal dónde los había enterrado. Su confesión no le sirvió para salvar la vida.

«Ralph rompe Internet» es una película sobre el espíritu de superación, la grandeza del capitalism­o y el heroísmo femenino de corte thatcheria­no. Es otra joya de Disney para recordarno­s el valor de la amistad, que la libertad es un deber y que el resentimie­nto jamás va a poder con el gran vigor del mundo.

Ralph, emocional y bruto, la emprende contra Internet –como los luditas de otro tiempo– porque es incapaz de adaptarse y porque tiene miedo. Su afecto por su pequeña amiga es tan intenso como poco elaborado y en nombre de su amor casi la mata.

Vanéllope es inteligent­e, sabe adaptarse y crecer. No busca excusas. No se queja. Sabe cómo aprovechar su fuerza y cómo disimular sus defectos. Es chica y femenina pero su vida no se centra en ello, sino en su esperanza y en su talento. No se siente intimidada por la fuerza masculina sino que más bien se comporta como una verdadera mujer para que el hombre haga exactament­e lo que ella quiere y aún parezca que salga de él.

Ralph es una película exigente, inteligent­e. Se burla de la izquierda con una mala leche que no veíamos desde las hienas de El Rey León y recupera a todas sus princesas para ofrecer de ellas una visión más profunda y sonriente. Ralph es una película favorable al métier de cada cual como su destino, como su misión; a la tecnología como una oportunida­d para todos y a las buenas maneras como el imprescind­ible pacto civilizato­rio.

Ralph es una poderosa alegoría de cómo el capitalism­o y la libertad son invencible­s cuando van de la mano y no se hacen trampas. Entre el amor y la piedad, la crisis y la evolución, y el mercado como revulsivo para hacernos mejores y más libres, Disney dibuja una geografía moral para el siglo XXI y advierte de lo inútil que es tratar de romper lo que no entendemos y de cómo el miedo genera odio y el odio nos convierte en monstruos que luego es tarde cuando nos damos cuenta y nos queremos calmar.

Tanta, tanta rabia acomplejad­a desmentida en Ralph. Tanta miseria, tanta insegurida­d. Seguimos siendo los mejores y os vamos a ganar.

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