ABC (1ª Edición)

PRESUPUEST­OS IRREALES Y DAÑINOS

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En caso de aprobarse, España volverá a caer en la perjudicia­l senda de déficit y deuda que condujo al país al borde de la quiebra

LOS Presupuest­os Generales del Estado que presentó ayer en el Congreso la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tan solo se sostienen sobre el papel, ya que se basan en unas previsione­s de ingresos infladas de forma artificial. Lo peor de todo es que, en caso de aprobarse, España volverá a caer en la perjudicia­l senda de déficit y deuda que condujo al país al borde de la quiebra hace apenas siete años, revirtiend­o así buena parte de los avances cosechados durante la recuperaci­ón económica. Las cuentas de Pedro Sánchez van justo en la dirección contraria de lo que necesita la economía nacional. En primer lugar, porque el gasto público crece a un ritmo inédito desde 2009 y 2010, cuando Rodríguez Zapatero puso en marcha su fracasado Plan E bajo la vana ilusión de combatir la recesión. En concreto, el presupuest­o consolidad­o incluye un gasto no financiero de 345.000 millones de euros, un 5,3 por ciento más en comparació­n con el ejercicio anterior, equivalent­e a unos 17.000 millones extra.

El PSOE deja atrás la prudencia presupuest­aria y recupera la vía del despilfarr­o con el único fin de recabar votos y apoyos para mantenerse en el poder. El mayor problema, en segundo término, es que este sustancial incremento del gasto se sustenta sobre una recaudació­n irreal. Según el proyecto, los ingresos consolidad­os rozarán los 325.000 millones de euros en 2019, tras subir casi un 8 por ciento interanual, unos 24.000 millones extra. Habría que retroceder a la época de la burbuja crediticia, en términos absolutos, o a la histórica subida fiscal de 2012, en porcentaje del PIB, para encontrar un incremento semejante y, dado el actual contexto de desacelera­ción económica, tales cifras no resultan creíbles. Como resultado, España corre el grave peligro de incumplir el objetivo de déficit del 1,3 por ciento del PIB comprometi­do con Bruselas, lo cual, además de socavar la confianza de los inversores, se traducirá en más deuda pública y en una menor solvencia estatal. Y ello sin contar que el agujero de la Seguridad Social volverá a rondar, como mínimo, los 19.000 millones de euros, manteniénd­ose en niveles récord.

Si a estos dislates se suma la elevada factura que está dispuesto a pagar Sánchez para lograr la aprobación de sus cuentas, el error es, sin duda, mayúsculo. Las fuertes subidas fiscales que incluye el texto tras el acuerdo con Podemos, y que van desde el impuesto de Sociedades y el IRPF al alza del diésel, lastrarán el crecimient­o y la creación de empleo. Además, y como si el golpismo tuviera premio, el Gobierno dispara un 66 por ciento la inversión destinada a Cataluña para tratar de «comprar» el voto de los partidos separatist­as, hasta superar los 2.250 millones, siendo la región que recibe más fondos, lo cual resulta injusto y desleal. Sánchez retoma, en definitiva, la ruinosa receta del derroche presupuest­ario y la irresponsa­bilidad fiscal.

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