Y resultó que eran humanos (e incluso demasiado)
LA PANDI A TORTAS La nación tocó a rebato y pasan cosas que nunca habían pasado
THOMAS Hobbes hizo suya en el XVII la cita clásica de Plauto: «El hombre es un lobo para el hombre». Los hobbesianos tendemos a darle la razón. Las personas no meamos agua de colonia. Somos mundanas, concupiscentes, falibles. Tendemos a velar por el bienestar de nuestro ombligo. Los liberales han entendido al ser humano mejor que las utopías comunistas, porque se conforman con aceptarlo tal cual es, movido por las pulsiones del propio beneficio y el orgullo (aunque existan maravillosas almas altruistas). En cambio el socialismo sueña despierto con una humanidad angelical, que en nombre del supremo ideal igualitario asumirá el reparto de bienes con una sonrisa de oreja a oreja. Los liberales saben que no es así, que al privar a los ciudadanos del incentivo de ir a más, la prosperidad de la nación queda acogotada.
El 17 de enero de 2014, tal día como ayer, se produjo la puesta de largo en el Palacio de Vistalegre del flamante partido Unidos Podemos (que hoy ya no puede ni está unido). Unos treintañeros henchidos de soberbia se jactaron de que había nacido una nueva forma de hacer política, solidaria, ejemplar, joven, sin mácula. Desde los conciertos de Viva la Gente no se había visto tal desparrame de almíbar sobre un escenario. «Somos un grito de alegría, porque somos mayoría», clamaba el joven Lenin de coleta y camisa arremangada.
Luego los padres fundadores se hicieron una foto, exultantes y abrazados: Luis Alegre, Carolina Bescansa, Monedero, Tania González, Iglesias y Errejón. Hoy ves aquella imagen y te viene a la mente el «Diez negritos» de Agatha Christie: todos han ido cayendo, hasta que solo ha quedado Iglesias (con su nueva mujer, a la que ha nombrado su lugarteniente). Al filósofo Alegre lo purgaron en Vistalegre 2. Monedero, honrando su apellido, se vio forzado a abandonar la escena por pícaro fiscal. Tania González está olvidada y ganando dinero como eurodiputada. Bescansa protestó por el pasteleo con los separatistas y fue oportunamente laminada. Y Errejón, ay, le devuelve ahora la puñalada a Iglesias y se va de ganchete con la taimada Abuelita Paz (que ella solita, con su plácida sonrisa, se ha cargado a Podemos en Madrid, roto ya en tres marcas: el carmenismo, el Podemos de Iglesias y los Anticapitalistas).
El partido implosiona justo en su quinto aniversario. Está en caída libre en los sondeos y es una jaula de grillos, a bofetada limpia en las comunidades. Los ángeles eran humanos. Odiaban y se apuñalaban por un carguito. El austero líder supremo chocheaba por el confort burgués y se compró un chaletazo. La apuesta por el modelo bolivariano se percibe hoy como lo que siempre fue: una chaladura. Hacían pillerías fiscales. Mercadeaban con pisos sociales. Cuando tocaron poder en los ayuntamientos impartieron un recital de incompetencia y sectarismo. Alguno, como el admirado Errejón, hasta hurtó una beca (por un importe veinte veces superior a los dos botes de crema de Cifuentes). Pero nunca se fue a casa y hasta imparte lecciones morales.
Podemos naufraga. Bueno para España, su democracia y su futuro. Al final resultó que el más serio del clan casi era el bebé de Bescansa, que por lo menos estaba callado en el Congreso.
LA irrupción de un nuevo partido en el escenario político no ha sido celebrada por el periodismo como en su día lo fue la llegada de Podemos. La inmensa mayoría de los medios celebró alborozada hace cuatro años el triunfo europeo y después municipal y regional de un partido ultraizquierdista. ¡Qué contentos estaban los periodistas con esos jóvenes que iban a refrescar la política! Ahora, en cambio, están las televisiones repletas de cacatúas en diferente grado de histerismo que anuncian la llegada de las Panzerdivisionen a acabar con la democracia y resucitar a Franco. Pero cada vez se les cree menos. Los medios dan a conocer a sus audiencias unos objetivos de Vox que –¡Vaya por Dios!–, son lo que muchos desean hace tiempo. Y no se atrevían a decirlo. Es un fenómeno de todo Occidente. La sociedad da la espalda a unas élites mediáticas que no informan, sino predican, agitan y regañan para mayor gloria de sus círculos privilegiados y sus proyectos ideológicos, con desprecio a los intereses reales de la gente común.
Los beneficiarios de esa hegemonía cultural izquierdista –partidos, medios y las colosales redes de chiringuitos– están alarmando y pretenden que el nuevo partido es una amenaza para las libertades y la Constitución. No veían problemas en Podemos, ultraizquierdista simpatizante de ETA, con líderes pagados por dictadores y amigos de narcotraficantes terroristas de las FARC y Cuba. Decidido a acabar con España. Pero se dicen aterrados por un partido dirigido por dos exmiembros del PP, víctimas de ETA, con un programa que comienza con la defensa de España, su Rey y su Constitución. Lo que está amenazado, más que nunca y para entusiasmo de millones, es la supremacía de ese chiringuito supremo que es el consenso bajo la estricta observancia de las reglas ideológicas de la izquierda, que el centro y la derecha en España habían acatado con docilidad desde 2004.
Si ridículos son los gritos de estas casandras televisivas, más lo son esas voces que dicen que no pasa nada y que el nuevo partido puede ser ignorado porque no logra ni logrará nada. El nuevo partido no es sino una forma más de expresión de la reacción de autodefensa de la nación española. Que tan bien encauzó y representó el discurso del Rey en 2017. Tan cuestionada, maltratada, despreciada y saqueada, la nación ha dicho basta y toca a rebato. Y de repente pasan cosas que nunca habían pasado. En Sevilla el PSOE pierde el poder. Pablo Casado salva al PP de una catástrofe segura. Y aunque aun rodeado de culpables del naufragio, nombra a gente dispuesta a defender el español en Galicia como en Cataluña. Y a combatir leyes ideológicas del colectivismo neomarxista inaceptables. El partido Ciudadanos está en un dilema en el que se juega su existencia. No podrá quedar en medio entre quienes defienden la nación y quienes la atacan. Podemos salta en pedazos. Pablo Echenique pone en su perfil de Twitter la bandera nacional, la que da asco a Pablo Iglesias. Íñigo Errejón habla de su amor a España como si fuera Ramiro de Maeztu. Y en Extremadura, el parlamento regional con el voto socialista exige al Gobierno de Pedro Sánchez, ese máximo exponente del embuste, que aplique en 155 en Cataluña e imponga la ley en defensa de la unidad de España.
Van a pasar muchas más cosas una vez desatados estos vientos salutíferos. Y no será un partido el protagonista, sino todos aquellos que participen en esta genuina reacción nacional de reconquista de la verdad y el sentido común frente a la permanente farsa ideológica liberticida, amordazante y empobrecedora.