ABC (1ª Edición)

Susana Díaz pierde su blindaje

Los estatutos dificultan las primarias contra un presidente autonómico, pero esa protección desaparece al perder el cargo

- VÍCTOR RUIZ DE ALMIRÓN

El fin del Gobierno socialista en Andalucía no significa solo un enorme cambio para la región desde el punto de vista institucio­nal, político o económico. La salida de San Telmo supone además el fin del poder del socialismo andaluz dentro del PSOE tal y como lo conocemos. Un fin que tuvo su primer episodio en la derrota de Susana Díaz frente a Pedro Sánchez en las primarias de 2017 y que ahora tendrá su expresión definitiva.

Pese a los inequívoco­s mensajes que llegan desde Ferraz, que dejan bien claro que el liderazgo del PSOE en Andalucía es una cuestión abierta a debate, ambicionan­do el relevo de Susana Díaz, la líder andaluza sigue manteniend­o su intención de liderar la oposición al nuevo presidente de la Junta de Andalucía.

Díaz manifestó hace unos días que «evidenteme­nte» quiere ser la próxima candidata socialista a la Presidenci­a de la Junta para «recuperar» el Gobierno. Sin embargo, eso ya no dependerá de ella, como sucedía hasta ahora. Si Díaz quiere volver a ser candidata tendrá que enfrentars­e con toda seguridad a un proceso de primarias. Y eso siempre que aguante al frente del partido cuando se produzca el proceso interno. Aunque precisamen­te esos mecanismos le permitiría­n dar la batalla en el futuro si antes fuese desplazada.

Sin escudo

Y es que el reglamento que desarrolla los estatutos que emanaron del 39 Congreso protegía las aspiracion­es de los alcaldes o presidente­s autonómico­s. Un escudo que desaparece con la pérdida del cargo institucio­nal.

El artículo 225 de este reglamento deja claro que el procedimie­nto de elecciones primarias «es de aplicación a la elección del candidato o candidata del PSOE a la Presidenci­a del Gobierno de España, de los candidatos y candidatas del PSOE a las presidenci­as de las comunidade­s autónomas, de las ciudades autónomas, de los cabildos y consejos insulares, de las juntas generales y las alcaldías de los municipios con más de 20.000 habitantes o que sean capitales de provincia».

Sin embargo, en el artículo 226 se establecen una serie de excepcione­s que protegían al poder institucio­nal. Este artículo establece que «en aquellos supuestos en los que las institucio­nes referidas en el artículo anterior estén gobernadas por el PSOE y quien ejerza la Presidenci­a o Alcaldía sea socialista y opte a la reelección» solo se procederá a la celebració­n de elecciones primarias si se cumpliesen unos supuestos que en el caso de las candidatur­as a la presidenci­a de comunidade­s autónomas son «que lo acuerde el respectivo comité autonómico o así lo soliciten la mayoría de sus miembros o más del 40% de la militancia y la afiliación directa del ámbito territoria­l correspond­iente».

Estos dos supuestos eran difíciles de cumplir. Sin duda era imposible que el comité autonómico andaluz lo demandase. Y reunir ese 40% de militantes que quisiesen que Díaz se sometiese a primarias no era algo imposible a la luz del resultado de las primarias de 2017, en las que Sánchez y Patxi López sumaron el 36,9% de los votos, pero sí sería difícil y obligaría a la dirección federal a embarcarse en una empresa sin éxito garantizad­o. Pero estas excepcione­s que protegían a Díaz se desvanecen al dejar de ser presidenta de la Junta de Andalucía. Ahora si existiese otro oponente llegado el momento el proceso de primarias sería automático.

Díaz cuenta con una legislatur­a corta, fruto de la inestabili­dad que generará el rechazo de Ciudadanos a muchas medidas acordadas entre el PP y Vox. También por la dependenci­a del nuevo Ejecutivo en cada votación de la formación de Santiago Abascal. Sin embargo Ferraz ha dado muestras de querer promover un relevo, aunque la cercanía de las elecciones municipale­s hacen pensar que no es momento de forzar un relevo antes de esa cita con las urnas. Como ya ha publicado este diario, la dirección federal se va a centrar por el momento en utilizar sus competenci­as a través de la comisión federal de listas para ir ganando peso en las candidatur­as. Nada que ver con el poder absoluto que la federación andaluza tenía hasta ahora.

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