ABC (1ª Edición)

«El embarcader­o», anatomía de un triángulo amoroso a contracorr­iente

Los creadores de «La casa de papel» cambian pistolas por el drama romántico en esta serie que estrena hoy Movistar+ «Estamos viviendo la segunda edad de oro de las series españolas»

- LUCÍA M. CABANELAS L. M. CABANELAS

Hay un cadáver, como en «Twin Peaks», pero ni es Laura Palmer ni un thriller surrealist­a. También un triángulo amoroso, como en todo folletín que se precie. El aroma conocido, pero «El embarcader­o» es diferente. La serie que Movistar+ y Atresmedia Studios estrenan hoy en la plataforma de pago –los ocho capítulos de golpe– parte de una trama a priori convencion­al a la que le da la vuelta. Los creadores de «La casa de papel» no necesitan para esta aventura en la Albufera valenciana ni pistolas ni nombres en clave, tan solo emociones. Tampoco son precisos los artificios ni las máscaras de Dalí, basta con desnudar a los personajes, con multitud de aristas, y mostrar lo que llevan dentro.

«Las bombas aquí son las emociones», reconoce su creadora, Esther Martínez Lobato. «En “La casa de papel” te sacas un arma del bolsillo o un giro y ya tienes esa tensión constante; aquí solo tienes la sensibilid­ad y las emociones, estás mucho más desnudo y hacer una serie adictiva solo con las emociones es mucho más difícil», coincide Álex Pina, el otro creador de la serie de atracos. Entregarlo todo a las emociones es «poco habitual» en España, apunta Sonia Martínez. «Probableme­nte tendríamos que irnos al otro lado del charco para ver series de este tipo», asume la directora de Ficción de Atresmedia.

En «El embarcader­o» no hay tiempo ni para un suspiro. Nada más comenzar, un protagonis­ta muere. La desaparici­ón del personaje de Álvaro Morte despierta del idilio a su esposa, Alejandra (Verónica Sánchez), que en lugar de pasar el duelo entre las lágrimas y el luto se ve inmersa en una investigac­ión paranoica, un viaje personal para comprender, más allá de los prejuicios. Su mundo se desmorona al enterarse de que su marido llevaba una doble vida, enamorado al mismo tiempo de ella y de otra mujer, Verónica, interpreta­da Sus personajes lograron el «atraco perfecto», pero los creadores de «La casa de papel», Álex Pina y Esther Martínez Lobato, hicieron mucho más por la ficción española. Para Jesús G. Colmenar, director de «El embarcader­o» –la aventura más arriesgada del tándem creativo– su gran contribuci­ón llegó con «Vis a Vis», «donde lograron adoptar la cinematogr­afía a la hora de contar las historias. Los personajes tenían, de repente, un montón de aristas y no eran moralmente claros, algo más que por Irene Arcos. «Cuenta una historia que ya hemos visto, desde el romanticis­mo e incluso antes, desde una perspectiv­a completame­nte diferente. La infidelida­d suele ir asociada a una condena, a la culpa», cuenta el actor, Óscar en la serie,

para quien en los blanco o negro». Y la irrupción de las plataforma­s exportó su talento al mundo. «Es la demostraci­ón de que no hace falta estar en EE.UU. para hacer series internacio­nales, se pueden hacer desde casa. Estamos viviendo la verdadera segunda edad de oro de las series españolas», reconoce.

Ya sin las gafas de El Profesor, Álvaro Morte, convertido gracias a «La casa de papel» en una estrella universal además de en actor fetiche de Pina y Martínez Lobato, sugiere que el fenómeno todavía no ha llegado al límite: «La ficción española tiene una hombros de Verónica recae el peso de derribar esos prejuicios. Transgreso­ra a nivel emocional, es también rompedora en cuanto a los desnudos masculinos y femeninos, que normaliza. «Tiene un tono muy extraño y, al mismo tiempo, es embriagado­ra, te va llevando», reconoce Verónica Sánchez. Para Arcos, que debuta en un papel protagonis­ta en el audiovisua­l, «El embarcader­o» es «hipnótica, un viaje sentimenta­l que va atrapando». Suyo es el peso de la trama, en la que el misterio de la muerte de Óscar parece enterrado «en el subtexto». «Son superheroí­nas. Parece que ser fuertes implica negar la parte emocional o femenina de una misma, asexuarse. La feminidad de estos dos personajes va ligada a su emoción y sus dolores. Eso las hace fuertes», aprecia Sánchez. «No por ser mujer hay que ponerse clichés y uniformes. Desde la sensibilid­ad también se puede hacer #MeToo», conviene Martínez. salud estupenda, pero me gusta pensar que no estamos en el mejor momento sino que este está por venir».

En constante evolución, este auge demuestra, para Domingo Corral, director de Ficción de Movistar+, «que la madurez y el talento de este país es brutal». En este sentido, para Sonia Martínez, la aportación de «El embarcader­o» continúa en la buena dirección, innovando en la línea emocional, porque «es muy difícil que las emociones atrapen». Como los genios, Pina y Martínez Lobato, ajenos al ruido, siguen las constantes de su trabajo: «Hemos aprendido autocrític­a, a pensar que la secuencia nunca la tienes del todo bien, que siempre se puede mejorar».

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Irene Arcos y Verónica Sánchez, viscerales protagonis­tas de «El embarcader­o». A la derecha, Álvaro Morte
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MARÍA HERAS/MOVISTAR+
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Álex Pina y Esther Martínez Lobato

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