CUANDO EL ALFACERO SE COMIÓ A PESCADOSECO
ARRABAL
«Estamos impacientes de descubrir las aplicaciones del aprendizaje automático a otras disciplinas. Esto que mi maestra hubiera llamado una ‘‘listeza imparable’’ ¿es la verdadera inteligencia artificial? Ahora gana jugando al ajedrez, pero podría conseguir la medalla Fields de matemáticas, ser nombrada trascendente sátrapa o especialista del cuerpo místico»
CASI nadie nos previno que alfacero había derrotado tragado o liquidado a pescadoseco. ¿Cuándo aún cualquier vocablo era una historia de amor? Casi nadie nos previno que tamaño acontecimiento (circunspecto) sucedió hace un año; como para conmemorar el 7 de diciembre: día en que todos los años se celebra la concepción del «Père Ubu». ¿Nos normalizaremos aprendiendo a dibujar nuestras huellas digitales?
Casi nadie nos previno que alfacero vs pescadoseco jugaron el campeonato del mundo de ajedrez. ¿Quién dijo que las épocas de decadencia son fértiles en obras maestras silentes?
Casi nadie nos previno que compitieron en cien partidas de las que alfacero no perdió ninguna. ¿Mientras que los camaleones solo exhiben su color cuando se pasean con otro?
Casi nadie nos previno que el rival de alfacero era nada menos que el reciente vencedor en 2016 y 2017 de los campeonatos más prestigiosos y representativos del ajedrez. Si Pan fuera antropomorfo ¿se preocuparía por nuestros pareceres, esperanzas o dolores?
Casi nadie nos previno que cuatro horas antes del campeonato del mundo alfacero era un «zoquete al cuadrado del ajedrez» para todos los aficionados. ¿Incluso para aquellos que imaginaban que el país en que les había tocado nacer era el más loco y el más cuerdo, el más esto y el más lo otro?
Casi nadie nos previno que alfacero no sabía cómo se mueve un peón y aún menos qué era enrocarse o realizar un «fianchetto». Pero ¿que de todo fuego hacía su leña?
Casi nadie nos previno que del cero absoluto en ajedrez pasó al ser a gran distancia el número uno. Si Eva y Adán no hubieran sido vegetarianos ¿se habrían comido a la serpiente?
Casi nadie nos previno que alfacero en estas cuatro horas (no, ¡en cinco días!) se enteró de lo que era el ajedrez, del cual no sabía nada en absoluto. ¿Quien mucho desprecia ignora lo que debería apreciar?
Casi nadie nos previno que alfacero no necesitó de ningún consejero, guía, instructor en estas cuatro horas: se limitó a leer a solas las reglas ancestrales. ¿Creció y se desarrolló al calor de sus retos?
Casi nadie nos previno que no necesitó de ningún tratado teórico: tan solo intentó averiguar cómo podía mover sus «sorprendentes» rey, dama, dos torres, dos alfiles, dos caballos y ocho peones de que disponía en su tablero. ¿Cuándo la cultura no es la fotocopia de la fotocopia?
Casi nadie nos previno que lo que la inteligencia humana (incluso la ajedrecista) había necesitado varios siglos para componer o mejorar en uno de los aspectos más reconocidos de la inteligencia (como el ajedrez) a alfacero le habían bastado cuatro horas. La ciencia lo demuestra todo ¿sobre todo lo indemostrable?
Casi nadie nos previno que la primera derrota de un humano (Kásparov) contra un ordenador (Deep Blue) que ocurrió en Nueva York en el año 1997 aparece como un dato prehistórico. Los lenguajes son tan arcaicos ¿que solo en sánscrito al ajedrez se le reconocía por chaturanga ( )?
Casi nadie nos previno que ningún humano enseñó a alfacero alguna apertura ni el menor principio estratégico. Los malentendidos ¿monopolizan a los malentendientes?
Casi nadie nos previno que alfacero no estudió ninguna partida célebre, solo se entrenó (en esas famosas cuatro horas) jugando contra sí mismo. ¿Como el prisionero de «Schachnovelle» (Stefan Zweig) publicado a título póstumo en 1943?
Casi nadie nos previno que alfacero no tuvo en cuenta la enseñanza de los mejores durante cientos de años y ni sabía que habían existido el Mozart del ajedrez Bobby Fischer, o que en 1849 Howard Staunton popularizó el «diseño standard» de los trebejos de ajedrez. ¡Ahora!: ¿el futuro del pretérito perfecto?
Casi nadie nos previno que las jugadas de alfacero parecían a los expertos «novedosas», «poco convencionales». ¡Expertos! ¿a quiénes hay que recordar sin reposo las certezas flagrantes?
Casi nadie nos previno que alfacero más que por su cálculo bruto brilla por su creatividad. No es ningún Tyson sino un Gustavo Adolfo Bécquer de la rima. Su apariencia: ¿no le refleja nunca?
Casi nadie nos previno que un año después de este cataclismo y arco y iris el campeonato del mundo de humanos (Carlsen vs Caruana) se celebraría como en cierta forma su reverberación. ¿Como dos peatones entre psicótropos étnicos?
Casi nadie nos previno que antes de comenzar el encuentro a miles de siglos luz de alfacero Carlsen tenía casi la misma fuerza ajedrecista que Caruana. Los jugadores humanos reconocen sus vulnerabilidades comenzando en condicional ¿para desembocar en futuro?
Casi nadie nos previno que un equipo o un jugador podría servirse de la monumental información que está divulgando alfacero. El tohubohu nos advierte hoy lo que es indiscutible... pero mañana ¿no?
Casi nadie nos previno que a la España conquistadora del sacerdote Ruy López –y de la apertura española– tenía que seguirle la Italia renacentista de Leonardo il Puttino. La poesía ¿era ayer y hoy de una insólita actualidad?
Casi nadie nos previno que a la Francia revolucionaria de Philidor iban a seguir los titanes americanos como Capablanca y Paul Murphy. ¿Como si la ola anunciara al maremoto?
Casi nadie nos previno que los desterrados de Alekhine a Kortchonoi iban a competir con la célula compacta de Smyslov a Karpov. ¿Construyendo tales castillos en el aire que no les valían sus escombros?
Casi nadie nos previno que los jóvenes superdotados de hoy tendrían querencias chinas o noruegas o indeterminadas. Pan en su infinita omnisciencia ¿nos ha provisto de nostalgias?
Casi nadie nos previno que íbamos a vivir en Londres hace una semana un instante único con gozo y esperanza. El final de la historia. El comienzo del principio ¿de otro «porvenir radiante»? La ternura del mito ¿vuela con la Vía Láctea ?
Mi maestra de párvulos (la madre Mercedes), ella que ni conoció ni soñó con computadoras o algoritmos, me pregunto si no hubiera dicho con humildad: «Esto es un ¡cacumen nuevo! de ¡listeza imparable! Juega y gana al ajedrez pero ¿no podría con esta mejora nombrar cardenales? ¿o decidir el momento del comienzo de la trilla? Me parece que irá mucho más allá cuando pase del ajedrez de la tierra al de los planetas». Estamos impacientes de descubrir las aplicaciones del aprendizaje automático a otras disciplinas. Esto que mi maestra hubiera llamado una «listeza imparable» ¿es la verdadera «inteligencia artificial? En estos momentos gana jugando al ajedrez, pero podría conseguir la medalla Fields de matemáticas, ser nombrada trascendente sátrapa o especialista del cuerpo místico.