Mujeres para recordar
Fuimos veintiuna las mujeres elegidas diputadas en junio de 1977 y 329 los hombres. Fueron seis las senadoras y 194 los senadores para la que sería la legislatura de la Constitución, la de la concordia, la primera de esta etapa de democracia. Mucho ha tenido que cambiar la sociedad española para que hoy, en el Congreso y en el Senado, las mujeres ocupen el 50 por ciento de los escaños. Son varios los sociólogos que sostienen que el cambio más significativo, a lo largo de estas décadas de democracia, ha sido el que ha tenido lugar en la situación de la mujer. Yo también lo creo así después de haber participado en la vida pública durante años y haber observado de cerca cómo las mujeres se han incorporado a distintas tareas y profesiones.
El Rey, con ocasión de la fiesta de la Pascua Militar, el día 6 de enero, recordaba que la mujer se había incorporado a las Fuerzas Armadas hace treinta años, y que hoy alcanza todos los grados dentro del Ejército. Las fotos de mujeres en los laboratorios, en las cátedras, en los estadios, en las mesas electorales o en los tribunales de Justicia no nos llaman la atención. Lo que nos inspira curiosidad y nos cuesta todavía explicar a nuestras nietas es por qué las mujeres no pudieron votar hasta 1933, cuando los hombres lo hacían en España, con todas las limitaciones y restricciones de los diferentes periodos, desde la Edad Media.
Por ello, las fotos y carteles de mujeres votando en los años treinta son documentos que merecen ser conservados y analizados como parte de nuestra historia, como parte de un esfuerzo y de una lucha por los derechos y libertades que en España culminó con éxito hace no mucho tiempo.
Fue la Constitución de 1978 el texto que proclamó la igualdad de derechos, pues «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo…».
Los españoles, tenemos que reconocerlo, no somos muy propensos a alabar o exaltar nuestros logros en ningún campo. El lamento hacia nuestro pasado y nuestro presente nos acompaña, y es lo más habitual; en nuestro entorno europeo todo son monumentos, estelas, columnas a quienes se distinguieron por sus hechos en pro de alguna causa, incluso de hechos dolorosos. Nosotros podríamos recordar algo más a los españoles de Filipinas, a los jóvenes soldados que murieron en el norte de África, a los marinos de la batalla de Trafalgar, a los navegantes que doblaron el cabo de Hornos y un poco más a científicos, escritores o sencillamente a aquellas mujeres que en 1977 subieron a la tribuna del Congreso y del Senado para hablar de la igualdad, de los derechos y de la libertad. Y antes que todas ella fue Clara Campoamor.