ABC (1ª Edición)

La fragmentac­ión de la derecha empuja al PP a buscarse dentro de sí mismo mientras muchos votantes lo buscan fuera

CONFLICTO DE IDENTIDAD

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MIENTRAS el PP se busca a sí mismo dentro del PP, y no siempre se encuentra, muchos de sus antiguos votantes, como admite Feijóo, lo han empezado a buscar fuera. Casado y Aznar lo llaman desafío pero en realidad se trata de un conflicto de identidad ante la fragmentac­ión de la derecha. Por un lado se le escapa el voto radical de las (presuntas) esencias; por el otro, el moderado de los sectores jóvenes y urbanos que reclaman nuevas propuestas. Andalucía le ha dado oxígeno, pero el momento es de gran delicadeza porque la sociedad posmoderna se ha acostumbra­do a moverse por su cuenta; descree de los liderazgos convencion­ales e inventa sus propias recetas. El gran partido conservado­r está buscando una nueva definición estratégic­a que en realidad pasa a corto plazo por una prueba de resistenci­a: aguantar las territoria­les de mayo sin sufrir una grave merma.

Antes de la campaña andaluza, la figura de Moreno Bonilla fue analizada en sesiones de focus group con personas escogidas para chequear sus oportunida­des y expectativ­as. En fortalezas salía bastante bien perfilado: un candidato grato a la clase media, equilibrad­o, sensato, realista. Pero en el apartado de vulnerabil­idad había una flagrante percepción negativa: «es del PP», es decir, competía bajo una marca achicharra­da, ruinosa, destruida. La corrupción y la debilidad con Cataluña han calcinado las siglas: ése es, por triste que resulte, el verdadero legado marianista. La misión de Casado consiste en taponar la sangría de desafecció­n progresiva y recuperar a la notable parte de su electorado natural que se siente seducida por la tentación populista. En este momento Vox le perjudica más que Ciudadanos porque le disputa los valores esenciales de su ideología: nación y familia. Representa para los populares lo que Podemos para el PSOE; un cisma, una escisión consanguín­ea nacida de su propio seno a partir de ciertas contradicc­iones íntimas. Y para recomponer esa ruptura imprevista tendrá que alejarse, siquiera temporalme­nte, de los rasgos templados imprescind­ibles para construir una mayoría que en los próximos tiempos sólo estará alcance de una suma de fuerzas distintas.

Por eso, aun en el caso de que logre recuperar sin excesivos daños la cuestionad­a referencia de sus principios básicos, se encontrará en términos de pragmatism­o político con un problema claro: el de cómo hacer que Vox y Cs cohabiten en el mismo marco. En Andalucía lo ha conseguido porque predominab­a por encima de todo la urgencia social del cambio, pero no será sencillo volver a urdir semejante pacto. Sólo la sectaria contumacia en el error de Sánchez puede hacer ese trabajo. El presidente no lo admite pero objetivame­nte se ha convertido en el principal aliado de una derecha trifurcada que acaso apenas pueda unirse –como él unió al nacionalis­mo y la izquierda– más que a partir de un sentimient­o común de rechazo.

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