ABC (1ª Edición)

Asesinato

- ES PERIODISTA

dóñez recibió continuas amenazas. «Te quedan pocos días», le llegó a espetar un tipo de Jarrai, después de haber intentado agredirle por llevar el lazo azul que reclamaba la libertad del empresario Julio Iglesias. Pese a ello, el Gobierno vasco no vio razones para darle protección.

Está claro que la orden de asesinar a Gregorio Ordóñez obedecía a un interés por liquidar a un adversario incómodo que, además, por su carisma, se atraía las simpatías de numerosos ciudadanos que no eran votantes del PP. Pero también respondió a la nueva estrategia de ETA, contenida en la ponencia «Oldartzen», que proponía la «socializac­ión del sufrimient­o». Esto es, incluir entre los objetivos a políticos, periodista­s, pacifistas...

La ponencia estaba inspirada en el plan de ETA pm para liquidar la UCD vasca, que desempolvó después KAS, entre cuyos dirigentes se encontraba­n Arnaldo Otegui, Rufino Etxeberria y Joseba Permach, hoy en Bildu. ETA creía, a esas alturas, que el Gobierno asumía sin desgaste el asesinato al año de treinta o cincuenta policías o guardias civiles. Así que por mucho que atentara contra estos colectivos, el Estado no se iba a doblegar. ¿Qué hacer entonces para forzarle a una negociació­n? Pues incluir al político entre sus objetivos, tal y como recogía un «zutabe» (boletín interno) de 1994. Cuando va «al funeral de un txakurra (policía), o de cien, y se le llena la boca de palabras de condena y lágrimas de cocodrilo, no ve en peligro su situación personal y asume este tipo de ekintzas (atentado), pues están hechos una piña en contra de nuestros derechos como pueblo». «Pero el día que vaya al funeral de un compañero de partido, cuando vuelva a casa, quizá piense que es hora de encontrar soluciones o quizá le toque estar en el lugar que estaba el otro, o sea en caja de pino y con los pies por delante».

Tras el crimen, ETA logró sentar a los gobiernos de Aznar y Zapatero en

Fue la crónica de una muerte anunciada. Mientras unos la escribían, otros la fueron leyendo impasibles

una mesa lo que, sin duda, hubiera provocado las críticas de Ordóñez. «La negociació­n da oxígeno a los terrorista­s», solía repetir. Y siempre ha sido así. Los hechos le han ido dando la razón. «Cada vez que ETA está contra las cuerdas, el PNV le tiende la mano salvadora». En efecto, cuando la banda se encontraba más aislada que nunca tras asesinar a Miguel Ángel Blanco, Arzallus firmaba con Mikel Antza el pacto de Lizarra.

«Los de HB son terrorista­s sin pistolas, hay que ilegalizar­los». Y así se hizo. «La única forma de derrotar a ETA es por la vía policial». Y así ha sido porque, debilitada, no ha tenido más remedio que disolverse previo desarme. JAVIER PAGOLA

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