Franco Bonisolli, el indómito tenor que bisaba los agudos
∑ Conocido como «el loco», protagonizó un gran número de escándalos
hacer una carrera de mayor éxito. «Bonisolli –escribió el crítico Renzo Allegri– era un personaje particular. De carácter fogoso y sanguíneo, propenso a inflamarse, le gustaba polemizar y litigar; una actitud que le causó enemistades y problemas en más de una ocasión».
Porque su furia ególatra en el Liceo no fue algo aislado. En 1986, interpretando «Aida» en la Arena de Verona, cantó su aria inicial, «Celeste Aida», y ante el entusiasmo del público paró los aplausos y repitió la palabra final del aria, «Sol» –un Si bemol agudo–. En otra ocasión, cantaba «Turandot», de Puccini, y al decir en el dúo con la protagonista la frase «Ti voglio tutta ardente d’amor» transformó el Do natural escrito en la partitura en cuatro «Dos», para demostrar su gallardía vocal. Ante las protestas de parte del público, paró con un gesto a la orquesta y contestó: «La pausa está escrita por Puccini». También fue con la ópera «Il trovatore», pero en Berlín, donde mostró una vez más su rebeldía. El director de orquesta no quiso que terminase con el agudo la cabaletta «Di quella pira» –una nota no escrita, pero que la tradición ha convertido en casi imprescindible–. Bonisolli esperó al momento en que, concluida la ópera, debía salir a saludar; en ese momento, detuvo el aplauso y le dijo a los espectadores: «Querido público, les voy a obsequiar con el maravilloso Do de pecho que el maestro no me ha permitido hacer». Y, sin más, profirió un agudo prolongadísimo que causó el delirio del público.
Veneno Llevaba un anillo con un antídoto para el veneno que le querían dar Pavarotti, Carreras y Domingo