ABC (1ª Edición)

Entró en el primer cambio y fue recibido con aplausos. El que no jugó en todo el partido fue Marcelo

- TOMÁS GONZÁLEZ MARTÍN

tuvo su ocasión en el 23, en un gran co ntraataque que acabó Escudero. Fue decisiva la envergadur­a de Courtois.

El partido se hizo disputado, equilibrad­o, un poco grecorroma­no y con mucho centrocamp­ismo. No era malo, pero nadie chutaba. Benzema lo hizo por vez primera en el 36 (de nuevo la chispa la había encendido Vinicius).

Modric ya apareció en algún momento, llegando a regatear a varios rivales. La sensación dominante aun era que Vinicius estaba quizás desaprovec­hado. Se le veía incontenib­le y eléctrico, pero la tocaba poco y lejos.

El Sevilla de Machín no parecía el apocado Sevilla de la última década en el Bernabéu. Al descanso llegó muy bien puesto en el campo aunque ya no volvió. O más bien fue cosa del Madrid, que del vestuario salió igual de metido que al principio pero ya de un modo sostenido. Lucas le hizo un caño a Kjaer, Vinicius aportó su ritmo candomblé, y Casemiro lo intentó, pero sobre todo apareció el cuchillo de Modric por la zona derecha, su clásica penetració­n con apoyos en Carvajal y Benzema. Al verla otra vez es posible darse cuenta de lo que ha sido para el Madrid moderno esa jugada suya. Su fútbol se hace recto, se va directo al fondo. Tuvo así dos llegadas muy peligrosas.

El dominio del Madrid era abrumador, pero ¿conseguirí­a algo? Se hacía palpable el problema, el drama del «9».

El gol, esfuerzo de todos

Tan claro era que en una jugada (no a balón parado) subió Ramos a rematar. Ceballos, que se había entonado, lo intentó de lejos con un tiro al larguero. Era el equipo entero sobreponié­ndose a la ausencia de gol, al vacío poscristia­no, creciendo entero, juntos, para remediar la gafancia ante la portería. En cierto modo, eso explica este año: es un equipo que chuta mucho, pero que mete muy poco. La ansiedad es comprensib­le. Y casi su somatizaci­ón en lesiones. ¿Todo eso provoca que no haya goleador? Quizás. El goleador es la autoestima general, el eros del equipo, una clave hormonal.

En esos minutos casi arrebatado­s hubo un monumental control de pecho de Vinicius, que regatea con todo, al que solo le falta driblar con el belfo. Y se sumó Casemiro al asedio. Primero en un gran remate de cabeza y luego con su golazo, un tiro lejanísimo a la escuadra en el que volcó toda su potencia, toda su fuerza salió concentrad­a en un disparo violento, brutal, que partió el partido como algo físico.

El Sevilla justo se había puesto en tesitura de contra con Munir y Promes, y en el Madrid había salido Isco, aplaudido. Los últimos minutos fueron eléctricos en el Madrid, de reencuentr­o consigo mismo y con su público. Partido de tonalidad europea.

Vinicius organizó la que parecía iba a ser la contra del año, pero Mateu la detuvo. Se tendría que haber aplicado el VAR para entender lo que había pitado el árbitro.

El partido acabó como empezó, con Modric robando a Banega, y yéndose hacia el gol como una flecha. Ese 2-0 sellaba un retorno. POR Isco entró sustituyen­do a Lucas Vázquez

El golazo de Casemiro Su disparo resolvió la falta de gol del Madrid. Ya antes lo había intentado Ceballos con un tiro al larguero

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EFE

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