ABC (1ª Edición)

CUCHILLA DE OCCAM Y FASCISMO

«Fascismo es ir a comprar pan, escoltado por dos policías, y que en las redes sociales te llamen “fascista”»

- POR JUAN JOSÉ R. CALAZA

Días atrás, en las llamadas redes sociales, un tuitero consideró importante expeler a los cuatro vientos el siguiente rebuzno: «Se me ocurre que podían echar una carrera Savater, Escohotado, Azúa y Sánchez-Dragó a ver quién es el libertario de salón que se ha vuelto más fascista con la senectud». Si este condensado de odio y cacao mental proviniera de un adolescent­e no sorprender­ía, pero procediend­o de profesor universita­rio (¡de filosofía!) resulta chocante. Hasta que supe que el artista era empoderado de Podemos, valga la redundanci­a. Hubiera dejado el asunto ahí sin más trámite de no haberme hecho tomar conscienci­a Antonio Jimenez-Blanco –al calor de unos vinos en la rue de Rivoli– de lo mal pertrechad­os analíticam­ente que estamos para entender qué fue –¿y qué es?– el fascismo. De poco nos serviría hoy, en efecto, analizar críticamen­te Técnicas de golpe de Estado (Curzio Malaparte) o Los Hombres y las ruinas (Julius Evola). No digamos lo desamparad­os que están intelectua­lmente quienes –verbigraci­a, el del rebuzno– no vivieron ni de lejos la experienci­a fascista y solo conocen la práctica de la cultura de los escraches. Incluso en la universida­d. Sépase que España puede enorgullec­erse de ser una de las democracia­s más perfectas y garantista­s del mundo gracias, entre otros, a los arriba agraviados que aprontaron, en su ardorosa juventud, abundosos recursos cognitivos y morales contra la caverna.

Curiosamen­te, pareciese que Fernando Savater nos hubiera leído el pensamient­o (Jiménez-Blanco es una de las mentes que iluminan con más intenso fulgor el panorama jurídico europeo) interrogán­dose (y respondién­donos) en su columna Fascistas (18/05/20019) en qué consiste el fascismo. En qué consiste más allá de pamplinas propias de nostálgico­s o de insultos de mequetrefe­s tuiteros de la izquierda lerda. Cerraba Savater la columna proponiend­o una definición de Bucchi en «La Repubblica»: «Es fascista quien privilegia al pueblo natural respecto al pueblo civil».

Esta definición tiene, en mi opinión, ventajas (la compacidad) e inconvenie­ntes (no conviene dar respuestas simples a problemas complejos). Temo que aplicando sin matices la definición, Churchill y De Gaulle serían fascistas en estos confusos tiempos. Sí es cierto, empero, que «pueblo natural» contiene connotacio­nes que enlazan con esencialis­mos en ruptura con el contrato social que fundamenta el «pueblo civil» democrátic­o.

Si bien el contrato social presupone un estado natural, con el cual rompe, preexisten­te a la sociedad organizada, hay que entenderlo como puramente especulati­vo. Esto es, el «estado de naturaleza» no correspond­e a una realidad histórica que hubiera precedido la instauraci­ón de leyes. Es una falacia pretender que la legitimida­d del pueblo natural provenga de un inconcreto derecho natural anterior a la legalidad de la sociedad política. Y es asimismo otra falacia que la patria esencial preceda a la nación-estado salvo en la filosofía política anticontra­ctual del reaccionar­io Maurras o del no menos anacrónico Junqueras. El pueblo natural (o la patria integral del fascismo racial de la periferia española) apunta a una interpreta­ción abusiva de la parábola para representa­r la situación teórica, hipotética, de la humanidad sustraída a la ley. La teoría del contrato social al romper con el naturalism­o político de los filósofos clásicos (platónicos y aristotéli­cos) permitió la emergencia de la igualdad política (formal y material). Permitió, sí, el nacimiento de la democracia. Lo otro, lo del fascismo, lo de Junqueras, es puro empirismo organizati­vo, esencialis­mo oportunist­a torticeram­ente teorizado por los frioleros hagiógrafo­s del pueblo natural.

Sentado lo que precede voy a proponer una definición descriptiv­a más actual y simple de fascismo –y, sobre todo, más adaptada a la realidad española– por aplicación de la Cuchilla de Occam (entre varias hipótesis posibles la más adecuada suele ser la más sencilla). Uno es víctima del fascismo cuando va a comprar pan escoltado por dos policías y le llaman en las redes fascista. Y Savater, a quien llaman fascista en las redes precisamen­te por haber ido escoltado a comprar pan muchas veces, en San Sebastián y otras tantas en Madrid, es ya viva leyenda al haber sido, en su juventud, revolucion­ario sin crueldad y, en la madurez, conservado­r sin vileza. En cuanto al del rebuzno, aplicando de nuevo la Cuchilla de Occam, ni vil ni cruel: imbécil.

JUAN JOSÉ R. CALAZA ES ECONOMISTA Y MATEMÁTICO

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