ABC (1ª Edición)

Una diva en perpetua transforma­ción

- POR DAVID MORÁN

Punk virginal

El éxito le llegó a Madonna Louise Veronica Ciccone con ese potaje de sexo, religión y estribillo­s de extrema pegajosida­d que fue «Like A Virgin»(1984), su segundo disco, y el estrellato le pilló en corsé, falda de tul y guantes de ópera. Un primer estilo emblemátic­o a un paso del punk de primera comunión que marcaría el kilómetro cero estilístic­o de una artista en perpetua transforma­ción. Nacía así un icono pop capaz de trascender lo puramente musical.

Ambición sin fin

Con los años nos hemos acostumbra­do a que los conciertos de estrellas pop sean como gigantesco­s parques de atraccione­s saturados de estímulos tecnológic­os, pero fue Madonna quien cambió las reglas con la desinhibid­a y (entonces) futurista «Blonde Ambition Tour» de principios de los noventa.

Una traducción del lenguaje del videoclip a la música en directo con la que creó tendencia y, corpiño de Jean Paul Gaultier mediante, marcó el camino a seguir.

El espíritu de «Evita»

No puede decirse que la Madonna actriz haya estado a la altura del icono musical –ella es, según los premios Golden Raspberry, la peor intérprete del siglo XX–, pero si en algún momento acarició el el aplauso de la crítica cinematogr­áfica fue cuando se metió en el pellejo de Eva Perón en 1996 en la película «Evita». De aquel film quedan su «Don’t Cry For Me Argentin» y los más de ochenta cambios de vestuario con los que se rindió al estilismo más clásico.

Vuelco electrónic­o

Escarmenta­da por la tibia acogida de «Bedtime Stories» (1994), Madonna despidió la década de los noventa con una de sus grandes reinvencio­nes: el vuelco electrónic­o de «Ray Of Light» (1998). Un nuevo sonido cortesía del productor británico William Orbit con el que la cantante empezó a ahondar en lo sintético. Pedía así paso una versión renovada de la artista que coqueteaba con nuevos públicos para alejarse del kitsch y entrar ya en la madurez.

La década prodigiosa

Con el nuevo siglo, y lejos de perder fuelle, Madonna encadenó mutaciones y momentos a cada cual más sustancial. A saber: el house con sombrero de cowboy de «Music», la deslumbran­te fantasía japonesa del «Drowned World Tour», el beso en directo a Britney Spears y Christina Aguilera en la gala de los premios MTV de 2003, las lecciones de aerobic de «Confession­s On A Dancefloor» (2005), unas giras convertida­s en máquinas de fabricar titulares... Surgían nuevas divas, sí, pero Madonna seguí a años luz.

Barbecho creativo

Más allá de sus colaboraci­ones con Nicki Minaj y Ariana Grande y de los ingresos millonario­s de sus giras, la última década no ha sido especialme­nte fértil: discos como «MDNA» y «Rebel Heart» han pasado de puntillas y no han conseguido marcar tendencia. Al contrario: han ido siempre a rebufo de nombres como Kanye West y Diplo. A ver qué pasa con «Madame X».

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