Chernóbil, nueva meca del turismo de catástrofe
La miniserie de HBO dispara el número de visitas a la ciudad ucraniana. El creador de la ficción pide respeto a la hora de tomarse fotos
El pasado 26 de abril se cumplieron 33 años del terrible accidente nuclear de Chernóbil, cuya fuga radiactiva causó miles de muertos y contaminó ingentes territorios en Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Sobre aquella catástrofe se han filmado en los últimos años varias películas de ficción y documentales. Se han escrito libros, tesis doctorales y se han organizado centenares de seminarios sobre lo que fue sin duda alguna el incidente más grave en la historia de la industria nuclear civil. Pero nada ha logrado tanto impacto para concienciar sobre lo acaecido como la miniserie de HBO «Chernobyl».
Tal ha sido el éxito de esta miniserie estadounidense y el interés despertado hacia aquella tragedia que los operadores que organizan excursiones al epicentro de la hecatombe observan un importante aumento de este peculiar tipo de turismo. Las agencias ucranianas SoloEast y Chernobyl Tour reportan incrementos en la demanda de reservas para
los meses del verano de entre el 30 y el 40 por ciento.
Y es que se ha puesto de moda hacerse selfis en la zona devastada por la radiación. Los curiosos llegan en masa y los influencers más cotizados tampoco pueden dejar pasar una oportunidad como esta para hacerse notar. El guionista de la ficción Craig Mazin ha pedido un poco de cordura. «Si visitan la zona, por favor recuerda que allí ocurrió una tragedia terrible. Compórtense con respeto para todos aquellos que sufrieron y que se sacrificaron».
La excursión a la llamada «zona de exclusión», todo el área que se extiende en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central nuclear cuyo reactor número 4 saltó por los aires aquel 26 de abril de 1986, empieza en la localidad de Chernóbil. Está a 13 kilómetros al sureste de la planta atómica. Tras su descontaminación, alberga los laboratorios de distintas organizaciones encargadas de limpiar la zona.
Uno de los puntos más sucios es el almacén en donde se sepultó todo el material utilizado durante las primeras horas de lucha contra el escape nuclear. Hay excavadoras, camiones y los utensilios empleados por los llamados «liquidadores» en su titánico esfuerzo para evitar que se propagase la radiación.
El momento más sobrecogedor de la excursión es cuando se contempla el panorama que se divisa desde el «mirador», un lugar junto al puente sobre el río Prípiats desde donde se ve el sarcófago que recubre el reactor número 4 de la central, el causante del desastre, para mantener aislado el magma en el que se convirtió el combustible atómico. Con la instalación, en 2016, de un nuevo sarcófago, mucho más seguro y amplio que el anterior, se puede incluso entrar y ver por dentro el enorme hangar y la bóveda en forma de arco que lo recubre.
Sin embargo, lo que más impresiona al turista es la fantasmagórica localidad de Prípiats, donde vivía el personal que trabajaba en la planta y que está a tan solo 4 kilómetros del reactor que explotó. Sus habitantes tuvieron que ser evacuados al día siguiente del accidente y ahora surge en medio de la maleza como una ciudad abandonada que conserva intactos los símbolos comunistas de entonces. Todo el entorno presenta un aspecto inquietante debido al abandono, la vegetación descontrolada y la presencia de animales que acuden por la escasa presencia del ser humano y aprovechando agujeros en el vallado que acota la zona.