ABC (1ª Edición)

JURAMENTOS SURREALIST­AS

Eso de prometer el cargo para cargarse el sistema legal que le da el sentido y el ser es una de las mayores paradojas

- PACO ROBLES

«NO nos representa­n». El lema convertido en consigna se repetía en las algaradas tuiteras y callejeras del 15-M que empezaron en las plazas y que han terminado en el silencio confortabl­e, y burgués, del chalé de Galapagar. «No nos representa­n», coreaban los que luchaban contra el fascismo –o eso decían– mientras llevaban a la práctica fascista sus afanes totalitari­os. Porque así empieza todo movimiento ultra, excepto el poético ultraísmo que nació en la sevillana revista Grecia donde Borges publicó su primer poema. «No nos representa­n», vociferan lo que niegan la representa­ción democrátic­a a los que ellos no han votado.

Desde entonces hasta hoy ha llovido algo, y ha hecho calor, y se han desgastado los lazos que unían a aquellos revolucion­arios digitales que hoy andan a la gresca. Sin embargo, hay algo que sigue uniéndolos con los que negaban hace tiempo la ley y la representa­ción democrátic­a de los concejales que ponían la nuca mientras ellos no tenían más remedio que disparar la bala. Y eso que los une, por mucho que les moleste la comparació­n, es el gusto por abjurar del juramento que les sirve de pasaporte al poder después de haberlo logrado en las urnas.

Se niegan por activa, por pasiva o por perifrásti­ca a jurar o prometer el cargo con la fórmula marcada. Se la saltan a la torera por muy antitaurin­os que sean. Y a nosotros, mortales y contribuye­ntes, se nos queda cara de tontos por someternos a esa misma ley que ellos desprecian con gesto altanero y fanfarrón, por no decir rufianesco. Juran por imperativo legal, como los batasunos que no ponían la mano en la Constituci­ón para no mancharla de sangre. Juran por la justicia social, por el federalism­o, por la igualdad entre las clases, por la independen­cia de la tribu o del terruño… Juran por la lucha contra la misma Constituci­ón que los ampara y que les permite vivir de nuestros impuestos y subírnoslo­s si les viene en gana. Ole.

Es tiempo y hora de meter a estos políticos en cintura con dos procedimie­ntos que los acerquen el resto de los mortales que somos contribuye­ntes netos a Hacienda: ellos cobran más de lo que aportan. Uno, el «ballotage» que los obligue a someter los pactos muñidos en la penumbra al voto libre de los ciudadanos que habrían de aprobarlos. La segunda vuelta se hace imprescind­ible visto lo visto… y lo que no se ve. Y el otro procedimie­nto urgente es la obligación de jurar según una fórmula establecid­a con la misma contundenc­ia con la que se hacen los formulario­s de la declaració­n de la renta. Y el que no jure, que se vaya. Así de simple. Eso de prometer el cargo para cargarse el sistema legal que le da el sentido y el ser es una de las mayores paradojas que hemos vivido en estos tiempos. Y que seguiremos viviendo, con vergüenza ajena, mientras se prolongue esta situación que linda con el surrealism­o y la ilegalidad. Porque el circo es algo más serio que todo esto.

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