TOO MUCH LOVE WILL KILL YOU
El discurso de Valls en su toma de posesión como concejal recogía el espíritu fundacional de Cs mucho más que la traicionera decisión de expulsarle
El entonces presidente de Sociedad Civil Catalana, José Rosiñol, fue quien invitó por vez primera a Manuel Valls a Barcelona para una conferencia sobre la amenaza que los nacionalismos suponen para la construcción europea. Era el mes de noviembre de 2017, el artículo 155 acababa de ser aplicado y la presencia de Valls no estaba adscrita a ningún partido pero tenía la voluntad de incidir en favor del constitucionalismo en las elecciones autonómicas que el mismo presidente Rajoy había convocado para el 21 de diciembre de aquel año.
Ya entonces, SCC estaba harta de que Ciudadanos tratara de sacar provecho partidista de sus actos y de la deslealtad con que desatendían los ruegos de no acudir a las manifestaciones con pancartas ni otros símbolos sectarios para preservar la transversalidad y la unidad del movimiento; algo que tanto PP como PSC entendieron y respetaron escrupulosamente.
Al ver lo bien que Valls funcionó en la primera conferencia, y en los actos que siguieron, Rosiñol inició una discreta ronda de conversaciones con los partidos por ver de qué
Albert Rivera Trató de dar lecciones de democracia, sentido de Estado y europeísmo a Manuel Valls
Distorsión Las euforias privadas de Albert le están dando una visión de sí mismo que no se corresponde con una realidad más modesta
modo la transversalidad y la unidad de Sociedad Civil podía trasladarse a la política bajo el liderazgo de don Manuel. Pero como siempre, Rivera forzó la máquina partidista, y oportunista, y asaltó en público a Valls proponiéndole ser su candidato a la alcaldía de Barcelona.
No sólo desbarató un proyecto que pudo ser más amplio, sino que trató desde entonces de convertir a su fichaje en lo que no era, tensando la cuerda como si Valls se hiciera el raro cuando lo realmente bizarro había sido la manera que tuvo de «cazarlo»; y también las lecciones de democracia, de sentido de Estado y de europeísmo que desde entonces ha pretendido darle a todo un ex primer ministro de la República Francesa.
El discurso de Valls en su toma de posesión como concejal, europeísta, constitucionalista, catalán y por lo tanto español, liberal y pragmático, recogía mucho más el espíritu fundacional de Ciudadanos –la política entendida como un deber cívico, y como un dique de contención contra el totalitarismo aldeano– que la vergonzosa, envidiosa, traicionera decisión de expulsarle.
Como a cualquier hombre le ocurriría –too much love will kill you–, sus euforias privadas le están dando a Albert una visión de sí mismo, y de su poder, que no guarda proporción con una realidad mucho más modesta. Suele ser tarde cuando nos damos cuenta de que lo hemos echado todo a perder.