ABC (1ª Edición)

Trump lanza en Florida la campaña para su reelección en noviembre de 2020

El crecimient­o económico de EE.UU. hincha las velas para un segundo mandato

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

Se acaban de cumplir cuatro años desde que Donald Trump bajó las escaleras mecánicas de la Torre Trump de Nueva York para anunciar su candidatur­a a presidente en las elecciones de 2016. Entonces se le tomaba por una más de las excentrici­dades de campaña, un buscador de fortuna que aprovechar­ía un par de discursos polémicos para llamar la atención y emprender un nuevo proyecto televisivo. Entonces el gran favorito de los republican­os era Jeb Bush, hijo y hermano de presidente­s. Entonces se equivocaro­n todos.

Cuatro años después, Trump va a por más. Después de un triunfo electoral histórico y de dos años y medio de presidenci­a volcánica, el multimillo­nario neoyorquin­o presentó ayer su campaña de reelección en Orlando (Florida).

Trump no se tuvo que volver a poner el traje electoral porque nunca se lo ha quitado. Durante este tiempo en la Casa Blanca, siempre se ha encontrado mucho más a gusto en los mitines entre seguidores, improvisan­do, a tumba abierta, que en las farragosas políticas públicas, la compleja relación con los legislador­es republican­os o el tacto de las visitas de Estado.

Nada más llegar a la presidenci­a, se fue de gira de celebració­n y después ha continuado con mítines con el lema de su campaña («Make America Great Again»).

Es una muestra más de la forma en la que el presidente de EE.UU. ha sacudido las normas del juego político. Durante la campaña, escandaliz­ó –y, sobre todo, se comió la atención de los medios– con declaracio­nes exageradas, falsedades, motes ofensivos a sus contrincan­tes, insultos a periodista­s y vetos a medios de comunicaci­ón. Al mismo tiempo, creó un mensaje innovador y atractivo para buena parte del electorado, saltándose las normas establecid­as de comunicaci­ón política, sin mirar al guión, apelando a su descontent­o y con el trampolín de su cuenta en Twitter.

Ahora ha vuelto a trastocar esas normas con la forma de encarar la reelección. Los presidente­s en sus cargos no suelen tener dificultad­es para obtener la nominación de sus partidos y ese es el caso de Trump. Sus antecesore­s optaron por dejarla de lado la reelección y centrarse en su Administra­ción hasta bien entrado su primer mandato.

Viento a favor

Trump es diferente: más que un candidato, se considera el líder de un movimiento. Se esfuerza en conservar la energía –esa palabra que adora, sobre

Atípico

El presidente no es un candidato republican­o normal: se considera líder de un movimiento

todo para acusar a sus enemigos de no tenerla– que despertó en 2016 y que debe prolongar hasta noviembre del año que viene.

El mitin de ayer en Florida –un estado clave– es además una forma de robar la iniciativa a los candidatos demócratas y controlar la dinámica de la campaña desde el primer minuto: recibió un baño de multitudes, en un estadio para 20.000 personas (había gente haciendo cola desde 40 horas antes del inicio), rodeado de su familia y con un discurso tan agresivo como en 2016; mientras tanto, la semana que viene, una veintena de candidatos demócratas de todo pelaje se repartirán cuchillada­s en los primeros debates. El que más sufrirá será el favorito, Joe Biden, al que le espera una campaña de desgaste por parte de candidatos escorados a la izquierda y que sudará para conservar su mensaje centrista.

Hace cuatro años, Trump iniciaba la campaña calificand­o a los inmigrante­s mexicanos de «criminales» y «violadores», llamaba a la guerra comercial contra China y prometía acabar con Obamacare. Son temas que permanecen en su reelección (ayer se confirmó que habrá una reunión con Xi Jinping en el G-20, y anunció deportacio­nes masivas y una nueva reforma sanitaria) , pero con la agresivida­d renovada y con el espaldaraz­o de una economía que, de momento, va viento en popa.

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