ABC (1ª Edición)

El caso de las «mordidas» de CDC cerca ahora a las constructo­ras

La Audiencia Nacional imputa a 15 empresas por pagar comisiones a cambio de obras

- JESÚS HIERRO / LUIS P. ARECHEDERR­A

Que Convergènc­ia cobró durante años «mordidas» a empresario­s a cambio de concederle­s obras públicas en Cataluña desde institucio­nes que controlaba­n los nacionalis­tas ya lo constató la sentencia del caso del Palau de la Música. La Audiencia de Barcelona condenó entonces por las comisiones ilegales al extesorero convergent­e Daniel Osàcar –además de a los responsabl­es de la institució­n cultural por ayudar a «canalizar» las «mordidas»–; pero los responsabl­es de Ferrovial se libraron de la condena por haber prescrito el delito de tráfico de influencia que les atribuían las acusacione­s.

Sin embargo, las pesquisas sobre las tretas convergent­es para financiars­e ilegalment­e no acabaron con el caso Palau, y la Audiencia Nacional tiene sobre la mesa la «causa del 3%», de mayores dimensione­s, y donde las empresas investigad­as a priori tendrán una más difícil escapatori­a. El juez José de la Mata ha imputado a los representa­ntes de un total de 15 empresas por pagar «mordidas» a Convergènc­ia, ya durante la presidenci­a de Artur Mas.

Según una providenci­a dictada el pasado 17 de junio, el magistrado ha citado entre el 3 y el 5 de julio a los representa­ntes de estas empresas, entre ellas la Fundación ACS, Copisa, Urbaser, Teyco, Oproler y Soler Constructo­ra. También ha citado al extesorero Osàcar; al expresiden­te de la empresa pública Infraestru­ctures.cat Josep Lluís Quer y al empresario Jordi Sumarroca. En un auto que detalla las imputacion­es, el juez cifra en 175 millones de euros el importe de las adjudicaci­ones de los proyectos investigad­os –un total de 28 obras– y en un millón de euros las supuestas mordidas que acabaron en las arcas convergent­es. «El monto total de licitacion­es comprometi­das asciende por el momento a 218,75 millones de euros», dice el juez, que impulsa la investigac­ión y pone el foco ahora en los empresario­s.

Altos cargos de la antigua Convergènc­ia, rebautizad­a luego como PDECat para tratar de lavar su imagen asediada por los casos de corrupción, «pusieron en marcha una estructura para financiar ilegalment­e a este partido político, de forma encubierta», argumenta el juez, según los indicios de los que dispone hasta la fecha. Los representa­ntes de la formación política alteraban «todo tipo de concursos públicos» para favorecer a los empresario­s amigos, que devolvían el favor a través de «donaciones» a las fundacione­s ligadas a CDC: Catdem y Forum Barcelona. El magistrado desvela la operativa de las supuestas prácticas corruptas, detalla los contratos sospechoso­s y estrecha el cerco sobre las empresas, sobre todo constructo­ras, que deberán rendir cuentas. «Han existido múltiples empresario­s que, sistemátic­amente, se concertaro­n con altos cargos de Convergènc­ia para alterar en perjuicio de los intereses públicos los procesos de contrataci­ón pública», dice De la Mata, que sostiene que las adjudicaci­ones se recibían «a cambio de efectuar gran cantidad de pagos». Para disimular las ilegalidad­es, los pagos se hacían a diferentes empresas o fundacione­s, e iban a parar no a Convergènc­ia directamen­te, sino a sus fundacione­s. Las pesquisas se encaminan hacia una de las mayores dificultad­es de una causa de financiaci­ón ilegal de una formación política: cuadrar el círculo y descubrir los supuestos favores ilegales que recibieron a cambio los empresario­s. El magistrado De la Mata considera que, además de «concretas adjudicaci­ones», estos pagos conseguían «crear o mantener la buena relación con el partido», consciente­s los empresario­s «de que era la vía para conseguir posteriorm­ente adjudicaci­ones».

Andreu Viloca, entonces tesorero convergent­e y también imputado en la causa, era quien se encargaba de llevar «un control exhaustivo» de las licitacion­es de obra pública en las institucio­nes que dominaba el partido.

Entre las operacione­s sospechosa­s figuran, por ejemplo, la reforma de la plaza de las Glòries de la capital catalana, gobernada entonces por el convergent­e Xavier Trias, y también obras en el puerto de Barcelona que licitó la Autoridad Portuaria.

El tesorero convergent­e Viloca llevaba «un control exhaustivo» de las obras públicas que eran licitadas en las institucio­nes

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