NAFARROA
El nacionalismo vasco ha ido avanzando sus peones colocándolos en puestos claves
ACABA de darse el primer paso para la euskaltanizazión –mis amigos vascos me perdonarán los errores que cometa en su idioma– de Navarra o, para decirlo en castellano: para su vasquización. Bueno, el primer paso se dio hace mucho tiempo, pero siempre se quedó en intento. Ahora, sin embargo, va de veras con un miembro de Geroa Bai, la marca del PNV en Navarra, como presidente del Parlamento foral y otro de Bildu en la Mesa del mismo. Navarra ha sido el sueño del nacionalismo vasco desde sus comienzos. No sólo por los lazos étnicos que hay entre ambas comunidades, sino especialmente por razones políticas: sin Navarra, las tres provincias vascas, inferiores en extensión a la mayoría de las españolas, no tendrían nunca peso de Estado-nación, una vez demostrado que Euskadi-norte no se separará de Francia. Navarra le daría esa «masa crítica», no sólo en territorio, sino también en capital humano, histórico y económico. Mientras Vizcaya, su nombre inicial, no pasó de señorío, Navarra fue uno de los primeros reinos de la España medieval, muy activo en ella e incluso tuvo protagonismo, como en la batalla de las Navas de Tolosa, siendo el último de los reinos incorporado a la corona castellano-aragonesa, por Fernando el Católico, ya viudo. Desde entonces, los navarros han defendido con ardor su identidad dentro de España y su hecho diferencial con Euskadi.
Hasta que, poco a poco, al amparo de la bronca casi continua en la política española, el nacionalismo vasco ha ido avanzando sus peones y colocándolos en los puestos claves de la comunidad foral, como la presidencia de la Cámara. Naturalmente, necesitó ayuda, que le prestó el PSOE, junto a Podemos e Izquierda-Ezquerra, con la abstención de Bildu, que superaron a la coalición de derechas Navarra Suma (UPN, PP y Ciudadanos), la más votada. Conviene advertir que Geroa Bai (PNV) apoyó a Bildu en todos los ayuntamientos navarros donde se presentó.
Aunque parte de la culpa la tiene la derecha, al haber creado su propio nacionalismo (Unión del Pueblo Navarro) disgregador por naturaleza. Lo he dicho en estas columnas más de una vez y me valió la protesta de un expresidente navarro que alardeó de españolismo, posiblemente sincero. Pero ya ha visto de qué le ha servido: en vez de nacionalismo navarro, tiene nacionalismo vasco. Una lección para los nacionalismos cántabro y riojano que, a poco que se descuiden, serán engullidos por el euskaldún, total o en parte de su territorio por la misma táctica, pues el nacionalismo devora hacia dentro y hacia fuera, en busca de tierras y gentes que colonizar. Pero está visto que nunca aprendemos en cabeza ajena. Y, a veces, ni en la propia.
Aunque la mayor lección de Navarra es que no podemos fiarnos del PSOE. Sobre todo el de Sánchez, que apoya siempre a quienes intentan trocear España. Encima se atreve a pedir apoyo al PP Y Cs. Intentaré explicárselo en la próxima postal, si antes la derecha no ha estallado en pedazos.