El bajo caudal del Ebro muestra un lecho repleto de algas
Entre febrero y marzo, el Pirineo asistió a un deshielo prematuro
El Ebro sufre un estiaje prematuro, inusual en estas fechas del año y más propio de la canícula que de mediados del mes de junio, cuando todavía no ha llegado oficialmente el verano. La escasez de agua ha dejado a la vista un extenso lecho de algas en el cauce del Ebro a su paso por Zaragoza capital.
Este acusado descenso del caudal suele ocurrir en las semanas centrales del verano, entre julio y agosto. En estas fechas de junio resulta extraño. De hecho, ha habido años que en vísperas del verano lo que ha preocupado ha sido justo lo contrario, las crecidas del Ebro y sus temidas riadas. Esas crecidas en vísperas de la estación estival venían motivadas por lluvias persistentes, ocasionalmente combinadas con el deshielo del Pirineo.
Este año, sin embargo, las precipitaciones no han sido abundantes. Tampoco las nevadas en invierno. De hecho, el deshielo también se adelantó considerablemente y arrancó en pleno invierno. Y todo eso se nota en el Ebro y en la red de embalses de esta cuenca hidrológica, cuyas reservas están muy por debajo de las de hace un año y son inferiores a la media del último quinquenio.
Hay una relación directa entre lo que nieva en el Pirineo durante el invierno y cómo se comporta el Ebro desde finales de primavera. Y este año la nieve no ha dado de sí. No solo porque ha habido poca, mucha menos de lo habitual, sino porque el invierno registró temperaturas inusualmente elevadas.
El Pirineo despidió el pasado marzo uno de los inviernos más secos y menos fríos que recuerda en muchos años. Aún no había llegado oficialmente la primavera y el Pirineo ya presentaba una estampa más propia de finales de mayo que de mediados de marzo. Tan es así que en aquellas fechas, a mediados de marzo, en toda la vertiente española del Pirineo no había ni mil hectómetros cúbicos de agua en forma de nieve, algo que suele darse a las puertas del mes de junio, no en la recta final del invierno.
Invierno seco y cálido
El motivo de esa situación vivida este año fue doble: de una parte, la escasez de precipitaciones que se notó con rotundidad durante el invierno; de otra, las temperaturas inusualmente altas que se registraron desde finales de enero. Así que la poca nieve que había caído se empezó a derretir antes de tiempo. Y, a estas alturas, en junio, el Ebro echa de menos los caudales de los deshielos que se producen en condiciones normales y que van aportando caudales durante la primavera.
Hay otro dato que demuestra lo meteorológicamente singular que ha sido este año en la cuenca del Ebro: en mes y medio, entre febrero y la primera quincena de marzo, el Pirineo vio cómo se derretía, prematuramente, más del 40% de la escasa nieve que había llegado a acumular durante el invierno.