Desinflar el conflicto
La obstrucción retrasa una semana el reparto de cargos en la Unión Europea
Seguramente nunca sabremos si el dron de vigilancia del Ejército estadounidense derribado por misiles iraníes se encontraba en el espacio aéreo internacional o si había entrado en el espacio iraní. En realidad es un episodio más, y no será el último, dentro de una peligrosa escalada que ninguno de sus protagonistas tiene interés en cortar.
El régimen de Teherán necesita tensar el músculo para demostrar que no va de farol, y que está dispuesto a romper su parte en el acuerdo nuclear, una vez que Trump lo da por finiquitado y que las sanciones económicas están estrangulando su economía. Y los estadounidenses tampoco quieren aflojar la cuerda. Sus principales aliados en la zona, Israel y Arabia Saudí, reclaman medidas de fuerza contra Irán y están encantados con que sea la Armada norteamericana quien ejerza la presión.
Es verdad que Irán no puede permitirse una confrontación militar abierta con Estados Unidos, como también lo es que en el Pentágono saben que éste no sería un enemigo que se derrumbase a la primera de cambio, como el Irak de Sadam Hussein. Pero el juego es suicida, y en cualquier momento podría írsele a cualquiera de las manos.
La retórica antioccidental de los ayatolás es una mercancía podrida que en nada sirve al bienestar de un pueblo más culto y dinámico de lo que torpemente suele pensarse por estos pagos. Pero el espantajo de un Irán demoniaco tiene también muy poco de real, sobre todo cuando Occidente tiene tantas tragaderas con el régimen de los Salman. Habría que desinflar los tópicos recíprocos, favorecer a los reformistas iraníes, poner un poco de realismo y de sinceridad en las relaciones, aunque solo fuera para que la caja de Pandora no se vuelva, con su reguero de sufrimiento y de rencor.
El presidente francés, Emmanuel Macron, dio ayer por anulado el sistema de elección del presidente de la Comisión Europea a través de los «candidatos principales» como pretendía el Parlamento Europeo y al que él se opuso desde su llegada al poder. Esta gestión de Macrón, en la que fue acompañado por el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, fue elogiada por el primer ministro húngaro, el nacionalista Viktor Orban, que se jactó de celebrar que tanto el candidato popular, el alemán Manfred Weber, como el socialista, el holandés Frans Timmermans, «han caído, lo que es una buena noticia».
Macrón se justificó diciendo que el presidente del Consejo, Donald Tusk, «ha constatado que los tres nombres que estaban sobre la mesa, los tres “Spitzenkandidat”, no tenían un respaldo suficiente ni el en Consejo ni en el Parlamento». Los jefes de Estado o de Gobierno se tendrán que volver a reunir en Bruselas el domingo 30 de junio, para intentar de nuevo encontrar un consenso sobre los nombramientos de las cuatro instituciones principales (Comisión, Consejo, Parlamento y Alto Representante) además del presidente del Banco Central Europeo (BCE).
La canciller alemana Angela Merkel mostró su contrariedad por el retraso en los nombramientos. «No puedo cambiar el hecho de que, como ha dicho Tusk, ninguno de los candidatos tiene el consenso necesario»; pero al mismo tiempo la canciller alemana insistió en que «soy miembro de un grupo político comprometido con el proceso de “spitzenkandidat” en las elecciones europeas».
Tras el G-20
Durante esta semana y en lapróxima reunión del G-20 en Japón, prevista para los días 28 y 29, seguirán intercambiando posibles nombres, puesto que la alianza entre Macron y Sánchez ha impedido que esa designación se llevase a cabo en la noche del jueves. Sin embargo, la actitud obstruccionista que adoptaron tanto Sánchez como Macrón les obligará, según la mayor parte de los análisis, a tener que aceptar que finalmente la presidencia del Ejecutivo comunitario acabe recayendo en manos de un representante del Partido Popular Europeo.
De hecho el propio Sánchez lo reconoció en sus declaraciones al final de la reunión ayer a mediodía, al decir que «nos habría encantado que fuera Frans Timmermans, pero si finalmente no es el caso (la jefatura de la CE para el candidato socialista), pues es evidente que sí puede haber un presidente de la Comisión del Partido Popular Europeo».
El principal interesado, el todavía líder del grupo popular en el Parlamento Europeo, Manfred Weber, declaró ayer tarde a la prensa alemana que a pesar de lo sucedido en el Consejo Europeo, no renuncia a sus opciones a ser designado presidente de la Comisión.