EL MARIANISMO DEL DOCTOR SÁNCHEZ
El doctor Sánchez sólo quiere hacerse el mártir
AUNQUE se suele tildar al doctor Sánchez de vulgar plagiario, lo cierto es que en sus copias siempre se esconde una intención taimada. A medida que se acerca su investidura, al doctor Sánchez le ha dado por transmutarse en el lorito del marianismo:
Ahora mismo –acaba de afirmar–, la única alternativa (porque así lo han querido los españoles y porque el PSOE dobla en escaños a la segunda fuerza) es un gobierno del PSOE. Es importante trasladar al PP y a Cs su responsabilidad. ¿Qué proponen? ¿El bloqueo, unas nuevas elecciones? Como partidos de Estado que dicen ser, su responsabilidad es no bloquear.
Que es, exactamente, lo mismo (sólo habría que trabucar las siglas) que decía Rajoy en vísperas de su investidura. Pero Rajoy, por mucho que quisiera envolverse de misterio con sus galleguesos y sus dontancredismos y sus habanos humeantes, era hombre primario. Cuando, en vísperas de su investidura, «trasladaba» la responsabilidad al PSOE reclamándole «responsabilidad de Estado», quería cargarse al doctor Sánchez, que era quien bloqueaba tozudamente su elección. Y Rajoy creyó primariamente que había logrado su objetivo, al provocar una rebelión de la vieja guardia socialista que destronó al doctor Sánchez; pero, a la postre, lo único que logró fue convertir al doctor Sánchez en una bomba de resentimiento, que –como nos enseña Marañón– es una fuerza radiactiva capaz de dotar al
hombre más inane de una «fortaleza advenediza que lo aúpa, mientras urde su venganza». Si el ínclito gallego hubiese leído a Marañón, no se habría empeñado en «trasladar la responsabilidad» a los socialistas y en destronar al doctor Sánchez, sino que habría dejado que bloqueasen su investidura, para luego batir a sus adversarios en unas nuevas elecciones. Pero Rajoy, ¡ay!, sólo leía el «Marca».
El doctor Sánchez, como buen resentido, no es hombre primario al estilo de Rajoy, sino burbujeante de maquiavelismos. De ahí que, aunque plagie las palabras de Rajoy en vísperas de su investidura, su intención es completamente distinta. El doctor Sánchez no quiere provocar rebeliones internas en los partidos de la derecha que provoquen el destronamiento de sus líderes (pues los que hay le parecen de perlas para sus propósitos), sino tan sólo hacerse el mártir, lamentando hipócritamente la falta de «responsabilidad de Estado» de PP y Cs, para lograr la investidura con el apoyo de Podemos y Esquerra, a quienes entretanto –mientras hace llamamientos a la «responsabilidad» de la derecha– debilita en su posición negociadora, para luego contentarlos con cualquier limosnilla. Artimaña que podría funcionarle con el declinante Podemos, que parece conformarse con puestos birriosos de alguacilillo o cagatintas en cualquier negociado ministerial; pero que con Esquerra Republicana no le va a servir de nada, porque con el catalán viejo no hay tus, tus (y quien trata de engañarlo prueba enseguida su venganza, que como nos enseña Cervantes causa «temor y espanto»).
Si en verdad los partidos de la derecha desearan desactivar los manejos del doctor Sánchez, le facilitarían la investidura, haciendo alarde de «responsabilidad de Estado». De este modo, le harían probar una dosis de su propia medicina maquiavélica; y harían inviable su mandato, pues un doctor Sánchez entronizado por la derecha provocaría la tremolina de Podemos y los separatistas, que no le dejarían gobernar. Y, en medio de la tremolina, la derecha se podría preparar para las siguientes elecciones, presentándose unida y sin vetitos. Pero la derecha española siempre es primaria, según «ese vicio tan español de traducir las ideas en virilidades glandulares», al que se refería Pemán.