ABC (1ª Edición)

TSUNAMI SECESIONIS­TA

A estas alturas de la función nos conocemos todos lo suficiente para saber distinguir la realidad de la fantasía

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

OLA gigantesca que desde el océano avanza tierra adentro barriendo cuanto encuentra a su paso. La hemos visto en Japón y Sry Lanka e incluso en la pequeña pantalla causa pavor. Pero Tsunami es el nombre elegido por el nacionalis­mo catalán para la reacción que planea a la sentencia de sus líderes por el Tribunal Supremo en caso de ser otra que la absolución, algo prácticame­nte imposible dados los gravísimos cargos que contra ellos, empezando por el de rebelión o sedición el 1 de octubre de 2017. Que no son meras baladronad­as lo advierte la detención de nueve individuos que venían almacenand­o materiales explosivos e incluso habían hecho pruebas en una cantera. Hay muchos más en los Comités para la Defensa de la República y sus filiales más pequeñas y violentas. Su plan parece ser un despliegue coordinado desde distintos puntos de Cataluña que confluyan en las principale­s ciudades, para producir el máximo desorden y paralizar la vida ciudadana, al tiempo que atraiga la atención internacio­nal sobre su causa. Frente a ellos tendrán los antidistur­bios de los Mossos, que actuarán en primera línea, la Policía Nacional y la Guardia Civil en Cataluña, reforzadas por mil agentes llegados del resto de España, que intervendr­án si los Mossos son incapaces de mantener el orden. ¿Bastará? Dependerá de la magnitud de la protesta y de la actitud de los Mossos. El 1-O sin ser cero, se le aproximó. Ha intentado corregirse con coordinaci­ón de estrategia­s, pero hasta que no lo veamos no lo sabremos, aunque todo apunta que quiere ser un 1-O corregido a aumentado.

Con ser grave, mucho más nos parece la argumentac­ión en que se apoya. El Parlament catalán acaba de aprobar como ley suprema una resolución sobre «desobedien­cia civil» dos conceptos tan antitético­s como «violación amable» o «robo amistoso», al ser la desobedien­cia de leyes y sentencias judiciales inciviles por naturaleza, es decir, delitos. Pero los nacionalis­mos son expertos en falsear las normas, negar la realidad y mentir a todo el mundo, empezando por sí mismos. Se trata de una alteración de la capacidad cognosciti­va, como el daltonismo lo es de la capacidad visual, provocada en parte por el sentimient­o, que hace ver en el ser amado el paradigma de todos los bienes, en parte, por la codicia, que le permite saltarse todas las leyes divinas y humanas, como lo de «España nos roba» cuando el primero que les robaba era la familia de su presidente. A estas alturas de la función nos conocemos todos lo suficiente para saber distinguir la realidad de la fantasía y quiénes mienten y quién no. Choca, de todas formas, que con el desastre que ha sufrido el secesionis­mo en su última apuesta se atreva a intentarlo de nuevo. Tal vez piense que con otro presidente de Gobierno en España más preocupado de sus intereses particular­es que en los de la Nación, tendrán más suerte. O, sencillame­nte, que están desesperad­os. Lo sobremos pronto.

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