TSUNAMI SECESIONISTA
A estas alturas de la función nos conocemos todos lo suficiente para saber distinguir la realidad de la fantasía
OLA gigantesca que desde el océano avanza tierra adentro barriendo cuanto encuentra a su paso. La hemos visto en Japón y Sry Lanka e incluso en la pequeña pantalla causa pavor. Pero Tsunami es el nombre elegido por el nacionalismo catalán para la reacción que planea a la sentencia de sus líderes por el Tribunal Supremo en caso de ser otra que la absolución, algo prácticamente imposible dados los gravísimos cargos que contra ellos, empezando por el de rebelión o sedición el 1 de octubre de 2017. Que no son meras baladronadas lo advierte la detención de nueve individuos que venían almacenando materiales explosivos e incluso habían hecho pruebas en una cantera. Hay muchos más en los Comités para la Defensa de la República y sus filiales más pequeñas y violentas. Su plan parece ser un despliegue coordinado desde distintos puntos de Cataluña que confluyan en las principales ciudades, para producir el máximo desorden y paralizar la vida ciudadana, al tiempo que atraiga la atención internacional sobre su causa. Frente a ellos tendrán los antidisturbios de los Mossos, que actuarán en primera línea, la Policía Nacional y la Guardia Civil en Cataluña, reforzadas por mil agentes llegados del resto de España, que intervendrán si los Mossos son incapaces de mantener el orden. ¿Bastará? Dependerá de la magnitud de la protesta y de la actitud de los Mossos. El 1-O sin ser cero, se le aproximó. Ha intentado corregirse con coordinación de estrategias, pero hasta que no lo veamos no lo sabremos, aunque todo apunta que quiere ser un 1-O corregido a aumentado.
Con ser grave, mucho más nos parece la argumentación en que se apoya. El Parlament catalán acaba de aprobar como ley suprema una resolución sobre «desobediencia civil» dos conceptos tan antitéticos como «violación amable» o «robo amistoso», al ser la desobediencia de leyes y sentencias judiciales inciviles por naturaleza, es decir, delitos. Pero los nacionalismos son expertos en falsear las normas, negar la realidad y mentir a todo el mundo, empezando por sí mismos. Se trata de una alteración de la capacidad cognoscitiva, como el daltonismo lo es de la capacidad visual, provocada en parte por el sentimiento, que hace ver en el ser amado el paradigma de todos los bienes, en parte, por la codicia, que le permite saltarse todas las leyes divinas y humanas, como lo de «España nos roba» cuando el primero que les robaba era la familia de su presidente. A estas alturas de la función nos conocemos todos lo suficiente para saber distinguir la realidad de la fantasía y quiénes mienten y quién no. Choca, de todas formas, que con el desastre que ha sufrido el secesionismo en su última apuesta se atreva a intentarlo de nuevo. Tal vez piense que con otro presidente de Gobierno en España más preocupado de sus intereses particulares que en los de la Nación, tendrán más suerte. O, sencillamente, que están desesperados. Lo sobremos pronto.