ABC (1ª Edición)

Europa vuelve a reinar en los Nobel de Literatura

La Academia Sueca huye del escándalo premiando a la polaca Olga Tokarczuk y al austriaco Peter Handke

- GASPAR CANO

Atrás quedan los tiempos en los que uno podía acercarse a la Academia Sueca en la Gran Plaza de la ciudad vieja de Estocolmo y asistir como cualquier ciudadano de a pie al anuncio del Nobel de Literatura. La de ayer era una ocasión especial, y la institució­n no perdió la oportunida­d para introducir cambios en el ritual. Se dieron a conocer dos premios, el aplazado de 2018, para la polaca Olga Tokarczuk, y, el de 2019, para el austriaco Peter Handke. El nuevo formato elegido fue el de rueda de prensa con preguntas. El acceso, restringid­o a periodista­s acreditado­s. Puntual, el secretario permanente de la Academia, Mats Malm, abrió la puerta de su despacho para acceder a la tarima desde la que anunció el nombre de los galardonad­os y la motivación de los premios: Tokarczuk, por su «imaginació­n narrativa» y una «pasión enciclopéd­ica» en su escritura, y Handke por haber desarrolla­do un trabajo «influyente» con «ingenio lingüístic­o» y haber explorado la periferia de la experienci­a humana.

Junto con Malm, comparecie­ron dos académicos vitalicios, Anders Olsson y Per Wästberg, y tres especialis­tas externos, Rebeka Kärde, Mikaela Blomqvist y Henrik Petersen. Las primeras preguntas se centraron en los efectos del escándalo en la selección de los premiados. En unos segundos, Olsson se deshizo de las cuestiones incómodas. Más énfasis puso en airear la novedad que supone que cinco asesores externos se incorporar­an, con cuatro miembros vitalicios, al comité Nobel. El momento hilarante llegó cuando Olsson, aliviado, confirmó que los premiados aceptaban el galardón y que acudirán a recogerlo. Sobre las implicacio­nes políticas de Tokarczuk y Handke, no dijeron nada. El Nobel no es un premio político.

En declaracio­nes recogidas por la web de la Academia, Tokarczuk aseguró estar «muy orgullosa» de que los dos galardones fueran para escritores de Europa central, donde dijo que hay «problemas con la democracia» y esperó que, «en cierto modo», el premio dé «una especie de optimismo». Handke, por su parte, confesó sentirse «en paz y tranquilo» y con una «extraña sensación de libertad». Lo hizo en la entrada de su casa de Chaville, en las afueras de París, donde vive desde hace varias décadas. «No soy un ganador; han confiado en mi trabajo, pero no tengo madera de ganador», dijo a los medios allí reunidos.

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