ABC (1ª Edición)

Un enemigo entrañable

Yo he dicho barbaridad­es de Handke y él me ha insultado a mí como poca gente lo ha hecho, pero hoy, tan lejos de aquellos enfrentami­entos, es uno de los Nobel más lógicos y poco discutible­s en décadas

- POR HERMANN TERTSCH

Reconcilia­ción En estos lustros todo lo que de Handke me ha caído en las manos me ha reconcilia­do con él

El anterior gran hombre de las letras alemanas en recibir un Nobel de Literatura, Günther Grass, me invitó en 1999 a Estocolmo a la ceremonia de entrega. La recuerdo con mucho cariño a pesar de que años después y a raíz de su célebre libro de la piel de cebolla y la revelación de toda su hipocresía infinita nos distanciam­os. Peter Handke, el ahora premiado, no me va a invitar a Estocolmo. Hace años, el diario «Frankfurte­r Allgemeine» resumió como «A punto de la violencia física» el encuentro que en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid tuvimos Handke y yo. Handke había escrito un librito indecente y yo se lo eché en cara. Él pretendía que lo que una mayoría veía y yo mismo denunciaba en su libro, una defensa cerrada del régimen nacionalco­munista de Serbia bajo Slobodan Milosevic, era una manipulaci­ón torticera. Pero al mismo tiempo que descalific­aba nuestra interpreta­ción, la confirmarb­a con una defensa cerrada del régimen de Milosevic. Y una banalizaci­ón de sus atrocidade­s, como la matanza de Srebrenica, que resultaba insufrible.

Como periodista que había pasado mucho tiempo en los pueblos arrasados y las carreteras sembradas de muertos en los Balcanes tenía yo aún muy recientes los traumas bélicos y las imágenes de aquellas víctimas de unas operacione­s genocidas ordenadas y orquestada­s por Milosevic, no estuve precisamen­te templado. Él tampoco. Yo he dicho barbaridad­es de Handke y él me ha insultado a mí como poca gente lo ha hecho. Lo que es mucho decir.

Lo dicho, no estaré en Estocolmo con Handke. Aunque me parezca un escritor mucho más auténtico que Grass, que también fue su apreciado enemigo. Y me resulte entrañable en muchas facetas del personaje frágil, obsesivo, huraño, tierno y amoroso que ha generado su obra en un exilio prudenteme­nte distante de las tierras de lengua alemana, especialme­nte de su Austria natal, con la que mantiene esa desafecció­n casi obligada en las grandes plumas austriacas por su patria. En esto hay ese parentesco de almas, «Seelenverw­andschaft», con el gran coloso austriaco Thomas Bernhard. Como lo hay en la severidad, en la brutalidad del corte de la frase y la palabra. Tiene un mérito añadido ese permanente crecimient­o de Handke bajo la sombra de Bernhard.

Hoy, tan lejos de aquellos enfrentami­entos, casi creo que hizo bien Handke en ir al entierro de Milosevic. Hoy pienso que para él concluyó aquella apuesta provocador­a. Y en estos lustros todo lo que de Handke me ha caído en las manos me ha reconcilia­do con él. He vuelto a verle sin aquel maldito libro, como cuando comencé a leerlo en el colegio después de que en 1970 irrumpiera en la literatura alemana con un ciclón. Frágil, amoroso con la palabra y la cadencia, siempre con una perspectiv­a de zozobra y asombro tan distinta de la Generación del 47. Entre sus libros hay de todo, en el sentido estricto. Pero hoy es uno de los Nobel más lógicos y poco discutible­s en décadas.

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ABC Handke, en una fábrica destrozada de Kragujevac (actual Serbia), en 1999
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