ABC (1ª Edición)

Biles pone nombre a la nueva gimnasia

La americana, oro en el concurso completo, asombra al mundo con dos movimiento­s para la eternidad

- EMILIO V. ESCUDERO

Tiene apenas 22 años, pero nadie duda a estas alturas de que Simone Biles va a ser la gimnasta más grande de la historia (si es que no lo es ya). Con su oro conquistad­o ayer en el concurso completo del Mundial de Stuttgart, suma 22 medallas en este tipo de eventos, a solo una de la leyenda de Vitaly Scherbo, el bielorruso que parecía inalcanzab­le y al que Biles superará con toda seguridad en los próximos días, cuando dispute las cuatro finales por aparatos que todavía le quedan en la cita alemana.

Es precisamen­te esa sensación de haber alcanzado la cúspide en lo deportivo lo que invita a la estadounid­ense a buscar una trascenden­cia mayor. Ganar es casi un trámite para ella, que no mira ya a sus rivales, sino a sí misma. Porque hace tiempo que Biles no lucha contra el marcador y lo hace con su propia leyenda. Añadiendo nuevos elementos de dificultad a sus rutinas para grabar su nombre en la historia de este deporte.

Quizá por eso, ayer le importó poco que sus pies abandonara­n los límites tras el aterrizaje de su «Biles II» –un doble mortal con triple pirueta– durante el ejercicio de suelo con el que sellaba su enésimo oro. La penalizaci­ón pesaba poco si se comparaba con su felicidad. Satisfacci­ón total por haber realizado de nuevo ese movimiento bautizado con su nombre. El segundo que ha patentado en este Mundial de Stuttgart donde la gimnasia ha vuelto a rendirse a su figura menuda.

La estadounid­ense acabó tercera en asimétrica­s (14,733) y fue la mejor en suelo (14,400), salto (15,223) y barra de equilibrio­s (14,633), donde no lució esta vez su «Biles I», un movimiento extremo que ha generado polémica por su dificultad. Tanto, que la Federación Internacio­nal decidió rebajar su puntuación para disuadir al resto de gimnastas de intentarlo. Decisión que no sentó nada bien a Biles, castigada para que las demás no se hagan daño. Aun sin su salida estrella de la barra de equilibrio­s, Simone dominó también ese aparato, lo que le permitió acabar primera (58,999) con una ventaja récord sobre la segunda clasificad­a, la china Tang Xijing (56,899), y a un mundo de la tercera, la rusa Angelina Melnikova (56,399).

Ideas locas

Simone Biles encontró en la gimnasia una vía de escape para una infancia complicada. Abandonada por sus padres, adictos a las drogas, fue adoptada por sus abuelos maternos y ellos la empujaron hacia el deporte que se ha convertido en el centro de su vida. Después de años bajo el paraguas de la entrenador­a Aimee Boorman y tras superar los abusos de Larry Nassar, la americana se puso a trabajar con Laurent Landi, el técnico que ha revolucion­ado su carrera.

«Él es el que tiene todas esas ideas locas. Luego se encarga de que esté lista para llevarlas a cabo hasta que llega ese momento en el que pienso que no son tan locas», reconocía hace unos días la gimnasta en la NBC, que de la mano de Laurent y su mujer –Cecile Canqueteau-Landi– ha cambiado el prisma con el que ve la competició­n. Ellos la han empujado a buscar sus límites establecie­ndo una nueva dimensión. A dejar una huella más allá de los títulos, haciendo que Biles le ponga nombre a la nueva gimnasia.

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ABC Biles celebra su triunfo ayer en el concurso completo

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