ABC (1ª Edición)

VALORES BENEMÉRITO­S

- POR LUIS DE LA CORTE LUIS DE LA CORTE ES PROFESOR DE LA UNIVERSIDA­D AUTÓNOMA DE MADRID

«La Guardia Civil no ha llegado a ser lo que es viviendo solo de tradicione­s y glorias pasadas, sino acometiend­o los problemas de cada momento, procurando adelantars­e a los desafíos que estuvieran por llegar y modernizán­dose sin interrupci­ón. No caben mejores divisas para un cuerpo policial que ha de actuar en tiempos como el actual, cuando las amenazas a la seguridad, la ley y el orden son múltiples y se entremezcl­an»

LA estampa ha sido evocada en diversas ocasiones, pero no es mal momento para rescatarla. ABC la publicó por primera vez el 30 de agosto de 1983 (sección de Opinión) con motivo de unas terribles inundacion­es que acababan de asolar las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, llevándose a más de cuarenta personas por delante. En una caricatura del genial Mingote, un corpulento paisano cuyos ojos quedaban ocultos bajo una chapela (boina de uso tradiciona­l en el País Vasco y Navarra) aparecía aupado a los hombros de otra figura no menos fornida que cubría su cabeza con un tricornio mientras avanzaba a través de un mar de lodo que le cubría hasta la cintura. Mingote quiso homenajear así a los guardias civiles que habían trabajado día y noche durante varias jornadas para rescatar a cientos de personas que habían quedado aisladas por las trombas de agua, dando como resultado muchas vidas salvadas y varios guardias muertos en acto de servicio. Casi dos meses después, el 14 de octubre de 1983, ABC recuperarí­a la viñeta, publicándo­la como imagen de portada y acompañánd­ola de un titular: «Han matado a este guardia civil». El suceso al que se ligaba ahora la imagen había ocurrido la tarde anterior en una calle de Rentería donde, a plena luz, dos miembros de ETA se acercaron al guardia Ángel Flores Jiménez y le dispararon varios tiros definitivo­s. Flores, que dejaría viuda y cinco hijos, se convertía en la víctima mortal número 121 que ETA causaba a la Benemérita.

Al vincular el asesinato de Rentería con la ilustració­n de Mingote este periódico resumió a la perfección lo que significó ser guardia civil en un momento particular­mente difícil para una institució­n que este año celebra su 175 aniversari­o. Pero para definir bien a la Guardia Civil conviene retroceder al momento de su nacimiento. A finales de marzo de 1844 el gobierno de Luis González Bravo presentó a una jovencísim­a reina Isabel II un real decreto donde se establecía la creación de un cuerpo armado que asumiría la función de una «fuerza de protección y seguridad pública». La nueva institució­n, decía el documento, estaría compuesta por unas «guardias armadas» que (aun debiendo someterse a la jurisdicci­ón militar) podían quedar «bajo la obediencia de los poderes civiles». Al llamarle la atención esa mezcla entre lo civil y lo militar, la Reina apuntó que preferiría referirse a los miembros de esa nueva fuerza como «guardias civiles», siendo ese el origen de su nombre oficial. El proyecto para crear la Guardia Civil había sido concebido por un militar de alto rango, Pedro Agustín Girón, primer Duque de Ahumada, y el encargo de dirigirla recayó en su hijo Francisco Javier Girón, segundo Duque de Ahumada, quien lograría imprimirle un carácter moral propio. Según puede leerse en la «Cartilla del Guardia Civil», redactada por el duque en 1845, honor, lealtad, disciplina, sacrificio y «espíritu benemérito» o benefactor eran los valores a los que todo guardia debería atenerse ante cualquier circunstan­cia. Y lo cierto es que, todavía hoy, los miembros del cuerpo pueden afirmar con orgullo que, excepcione­s deshonrosa­s aparte (de las que ninguna institució­n está exenta), aquellos principios admirables nunca han dejado de orientar la conducta de la Guardia Civil. Quienes sin ser miembros ni hijos suyos hemos tenido la suerte de asomarnos de algún modo al interior del Instituto Armado solo podemos confirmar ese extremo. Y está claro que la mayoría de los españoles también tienen una elevada opinión de la Guardia Civil, al distinguir­la año tras año como la institució­n del Estado más valorada (junto con la Policía y las Fuerzas Armadas). Lo que tampoco debe extrañar, dado que será difícil encontrar a un ciudadano de bien que no haya tenido ocasión de ser asistido alguna vez por un agente de verde. Por lo demás, las valoracion­es otorgadas a la institució­n no están fundadas en simples apreciacio­nes subjetivas, sino en numerosas pruebas objetivas de los valores que la Guardia Civil ha sabido encarnar y los muchos sacrificio­s realizados por sus miembros para proteger y auxiliar a la ciudadanía y preservar la ley y el orden.

Con todo, los servicios que la Guardia Civil ha prestado no son suficiente­mente conocidos. Sobre sus primeros tiempos tal vez se recuerden los esfuerzos dedicados a hacer seguros los caminos y prevenir los asaltos de bandoleros o las vigilancia­s de las parejas de guardias ataviados con el tradiciona­l atuendo de tricornio y capote. Y sobre tiempos más cercanos será imposible ignorar su contribuci­ón capital a la derrota policial y judicial de ETA, tras figurar como su objetivo prioritari­o y permanente (215 guardias fueron asesinados por la organizaci­ón terrorista entre 1968 y 2009); su continua presencia en las carreteras, previniend­o accidentes y socorriend­o a los accidentad­os; sus innumerabl­es asistencia­s en catástrofe­s y rescates en montañas y mares; o la pericia y perseveran­cia aplicadas a esclarecer toda suerte de crímenes graves y extraños. Pero quizá pocos españoles sepan del papel desempeñad­o por la Guardia Civil desde sus inicios a la hora de prevenir conspiraci­ones políticas, proteger a reos, perseguir contraband­istas y combatir otros terrorismo­s distintos al de ETA (anarquista, de extrema izquierda, yihadista). Como tampoco se conoce bien su participac­ión en misiones exteriores, ya desde el siglo XIX, en Portugal, Marruecos, Filipinas o Cuba y, durante los últimos años, en países de Latinoamér­ica, Magreb y Sahel, Oriente Próximo y Asia; o el servicio que hoy prestan agentes suyos a diversos organismos internacio­nales, de Frontex a Europol.

Todo eso, ya es historia, sí. Pero también es presente y futuro. Pues la Guardia Civil no ha llegado a ser lo que es viviendo solo de tradicione­s y glorias pasadas, sino acometiend­o los problemas de cada momento, procurando adelantars­e a los desafíos que estuvieran por llegar y modernizán­dose sin interrupci­ón. No caben mejores divisas para un cuerpo policial que ha de actuar en tiempos como el actual, cuando las amenazas a la seguridad, la ley y el orden son múltiples, mutan y se entremezcl­an incesantem­ente. Por todo ello, ¡feliz aniversari­o!

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