Altísimo coste humano
Una vez más los cálculos del poder arrasan la débil esperanza que había empezado a germinar en Siria. Los rostros que deberíamos tener hoy presentes no son los de Erdogan, Trump o Al Assad, sino los de más de sesenta mil civiles que han emprendido el amargo camino del exilio bajo las bombas. De eso se trata. Turquía quiere vaciar de sus habitantes, en su mayoría kurdos, una franja de 480 km de largo por 32 km de ancho, para repoblarla con los miles de refugiados sirios que alberga en su territorio. De esa forma desaloja a las milicias kurdas, abandonadas a su suerte por el atrabiliario presidente Trump, y se asegura un colchón de seguridad a lo largo de su frontera con Siria. Es una maquinación que tendrá un altísimo coste humano.
La invocación nacionalista de Erdogan contra el enemigo kurdo (real o fantasmagórico) puede compactar a una sociedad que ha empezado a darle la espalda. Sabe que tiene manos libres por mucho que Estados Unidos le pida «contención» y que la Unión Europea muestre su disgusto. Incluso se permite la obscena amenaza de empujar a tres millones de refugiados hacia las fronteras de la Unión. Es lo que sucede por utilizar a determinados líderes como cancerberos.
Esta operación, sin embargo, puede tener consecuencias imprevistas. Para empezar una posible oportunidad para que Daesh recupere algunas de sus bases, así como el descontrol de los yihadistas apresados. Además se podría perpetuar la inestabilidad en Siria. En esta guerra atroz de todos contra todos, sólo la pobre gente que sufre es inocente. Erdogán quiere la seguridad de su imperio, Putin salvaguardar su influencia en la Siria de Bashar al Assad, y Trump sólo quiere salir del avispero a toda costa. Hablar de chapuza en Washington resultaría demasiado indulgente.