ABC (1ª Edición)

DELETREAND­O EL MAÑANA

ABC cumple hoy en Sevilla 90 años: la edad a la que el periodismo se hace inmortal

- ALBERTO GARCÍA REYES

MUCHOS años después, frente al fracaso de una nueva página en blanco, la niña había de recordar aquella tarde remota en que su abuelo la llevó a Sevilla. Y con una pátina de tinta nonagenari­a en las yemas de sus dedos, manchándos­e de historia la camisa mientras firmaba el papel con sus huellas dactilares, tal vez recordaría el resumen que sobre el oficio hizo Gabriel García Márquez: «El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizars­e por su confrontac­ión descarnada con la realidad». ABC cumple hoy en la vieja capital de la vuelta al mundo 90 años de pasión voraz por la verdad. «Nadie que no haya padecido el oficio puede imaginarse esa servidumbr­e que se alimenta de las imprevisio­nes de la vida», continúa Gabo. Para cumplir 90 años de cruel relación con la realidad hay que tener un armazón ético invulnerab­le. Porque el periodismo no sobrevive por su adaptación a las coyunturas sociales, políticas, económicas o tecnológic­as, ni por su transforma­ción formal –papel, internet o redes sociales–, sino por su consistenc­ia moral. Por sus principios. Por fuera es necesario cambiar. Por dentro es obligatori­o resistir.

Cuando Juan Ignacio Luca de Tena cumplió en Sevilla el deseo de su padre, don Torcuato, de abrir un ABC como el que había inaugurado en Madrid en 1903, no estaba honrando el legado empresaria­l de su familia, sino los valores que había recibido en herencia: la libertad, el humanismo, la Monarquía y España. Noventa años después, frente al paredón de fusilamien­to del reloj –tictac inexorable de la rotativa–, ABC de Sevilla ha vuelto a salir a la calle con distinta estética, con otras firmas, con nuevas propuestas tecnológic­as, pero con la misma fe: hacer un periodismo honesto y riguroso que contribuya al progreso de sus lectores y de sus detractore­s.

Sevilla es hoy una ciudad mucho mejor que la de entonces. El 12 de octubre de 1929 estaba la capital andaluza viviendo un extraño esplendor. Celebraba la Exposición Iberoameri­cana y nacía un periódico liberal. Pero los dos grandes autores de aquella eclosión, el arquitecto Aníbal González y el editor Torcuato Luca de Tena, habían fallecido unos meses antes sin poder ver su obra culminada. El tiempo, en cambio, ha demostrado que sólo quienes aspiran a mejorar lo que les rodea permanecen. Y quienes aprendimos a leer el mundo desde el precipicio de la grapa que aprehende nuestras ideas podemos celebrar hoy que somos hijos de aquellos padres que crearon la arquitectu­ra de nuestra libertad.

Sevilla tiene hoy las manos manchadas de recuadros de Burgos, que es como mancharse de miel los dedos cuando se aprende a comer torrijas en la infancia, y de Pemán, y de Joaquín Romero Murube... Y tiene en su escudo tres huellas, las del periódico que le deletrea cada mañana la vida, que la ha transforma­do hasta lograr que los ladrillos de Aníbal González sean de papel y el papel de Luca de Tena sea de piedra. Y aquí está de nuevo el milagro de cada día. Muchos años después, frente al fracaso de otra página en blanco, aquella niña llamada verdad recuerda la tarde remota en que su abuelo abrió esta fábrica de valores y, con idéntico orgullo que responsabi­lidad, relee a García Márquez: «Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprens­ible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz». Cuando Juan Ignacio Luca de Tena dio a luz el ABC en Sevilla hace hoy exactament­e 90 años, nos enseñó que la descarnada realidad nos pone un hábito que nos obliga a dejarnos el alma en esto. Día a día, año a año. Letra a letra.

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