ABC (1ª Edición)

Un proyecto pionero ayudará a las mujeres a abandonar la prostituci­ón

Una ONG obtiene del Gobierno fondos para formar a las víctimas de trata y explotació­n y propiciarl­es un empleo

- ÉRIKA MONTAÑÉS

En el mayor escenario de la prostituci­ón de España se abre una puerta y se adivina, sobreimpre­sa, una palabra trascenden­tal en un lateral: Alternativ­a. Es el nombre perfecto para el caballo de Troya que ha introducid­o una ONG en el corazón del polígono Colonia Marconi de Madrid. Ha «colocado» un centro físico para, desde allí mismo, asesorarla­s psicológic­a y jurídicame­nte y descolgar una «alternativ­a» laboral frente a sus proxenetas y clientes.

Un equipo de veinte voluntario­s y seis trabajador­es ofrecen a estas mujeres formación para que busquen un empleo, formulario­s para denunciar a sus agresores o clases de idiomas, ya que en un 80% de los casos no son nacionales. La Comisión para la Investigac­ión de los Malos Tratos estrena este edificio, que estará en pleno funcionami­ento en noviembre, como centro de «rehabilita­ción» de prostituta­s. Y lo hace no sin ciertas dificultad­es, las mismas que ha encontrado ABC para permanecer en esta «zona cero» de la trata y el tráfico sexual de la Comunidad de Madrid.

En primer lugar, cómo no, predomina el miedo a «chulos» o proxenetas, siempre al acecho y camuflados a pocos metros de las decenas de mujeres que se desvisten a plena luz del día. Segundo están los clientes. En este polígono madrileño se imponen 90 de cada 100 multas a los pagadores de servicios sexuales de todo el país. Algunas meretrices están comenzando a dar parte de sus ganancias a hombres que las escoltan cada noche. Por miedo a las «brutales palizas» con que amanecen algunas de ellas, cuenta Sisi (nombre ficticio). Todas las mujeres aquí son abolicioni­stas, trabajador­as sociales y meretrices, a la par. Son partidaria­s de penalizar a los clientes y, por eso, les parece «muy light» la propuesta presentada esta semana por el PSOE en su programa electoral, reconoce Sara Vicente, responsabl­e de los programas de prostituci­ón de la Comisión. «Quieren abolir la prostituci­ón, pero dejan fuera el reproche penal contundent­e y la persecució­n del proxenetis­mo», reprueba.

Tampoco quieren oír hablar de que la prostituci­ón sea voluntaria. Son engañadas, forzadas y coaccionad­as, un circuito que se repite en el 80% de los casos, según cifras policiales.

Dirección confidenci­al

Y la tercera gran preocupaci­ón en esta colonia no es otra que la de la confidenci­alidad. El silencio sobre la ubicación del edificio, así como de la identidad de las mujeres con las que se trafica, es el primer requisito que exigen en el centro Alternativ­a, financiado en exclusiva por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. Si funciona este proyecto pionero instalado en Madrid, se trasladará a Andalucía, Navarra y País Vasco, revela la presidenta de la Comisión, Susana Martínez.

En Colonia Marconi hay noches que encuentras decenas de prostituta­s, y hay otras que se cuentan por cientos. A esta ONG nada le pilla de nuevas. No en balde, lleva diez años en una travesía nocturna por el polígono en unidades móviles. Las mismas que recorren las otras tres autonomías. E idéntica labor a la que desempeñan en otros focos de explotació­n sexual porque, asegura el coordinado­r del centro asistencia­l, Ignacio Burgos, «se han desplazado a clubes, pisos, y ahora, sobre todo, a salones de masaje y peluquería­s».

En Madrid, Vicente y Martínez resumen tantos años de trabajo en 2.600 mujeres de 65 nacionalid­ades, más de 25.000 intervenci­ones entre contactos, informacio­nes, derivacion­es a hospitales, asesoramie­ntos y acompañami­entos. Lo que la ONG aspira a ganar con un sitio cerrado es «confianza», la que aporta para que las mujeres lloren, imploren y denuncien en un lugar «vetado» a sus «dueños», así que los números podrían multiplica­rse en poco tiempo, confía Burgos. Además, frente a una intervenci­ón que dura «minutos» y «tras la que vuelven enseguida a su realidad», el programa las evaluará con un seguimient­o continuado.

Este centro de «reinserció­n» va a estar plenamente equipado para cualquier necesidad de las mujeres. Desde realizar un trámite en el Ministerio del Interior para conseguir el pasaporte hasta obtener una pastilla del día después, para lo que están encontrand­o pegas, objeta la presidenta de la Comisión. «Es demasiado papeleo cuando la mayoría ni habla tu idioma», concita Teresa Madueño, graduada en Derecho.

Dentro de este espacio diáfano y blanco, se brindará a las mujeres apoyos repartidos por áreas. Incluso, a pesar de ser una planta baja, hay un espacio reservado en la primera planta para que se sientan protegidas y reci

ban terapia postraumát­ica. «Son mujeres con muy pocos recursos, y están frágiles, en vulnerabil­idad extrema, están realmente mal», dice la socióloga Selma Martínez. Habituada ya a este lugar, los episodios que narran ella y sus compañeras del centro son escandalos­os, de esos con los que más de uno perdería la cordura. Han aprendido a convivir con cierto temor desde las diminutas ambulancia­s móviles en las que auxilian a mujeres desgarrada­s y mutiladas. No es lo que una sueña de pequeña, pero todas, dicen, están encantadas de asistir a sus «princesas», como las retrató la película de Fernando León de Aranoa. Eso sí las ilumina.

«El futuro que espera»

A Elena Manea, estudiante de Trabajo Social, le ha brindado una oportunida­d para la rehabilita­ción personal. Víctima durante años de violencia de género por parte de su exmarido, siente escalofrío­s cada vez que ayuda a una prostituta a «salir». Es como jactarse ante él, ficticiame­nte, de su victoria. Por su parte, a Selma, especializ­ada en víctimas de violencia, le impactaron las «sencillas» palabras de una veterana de Marconi. A su lado, estaba tumbada una prostituta de 23 años a quien se tuvo que socorrer debido a la paliza de muerte que le había dado un cliente. La meretriz mayor (aquí llaman mayor a las de 30 a 55 años) advirtió con un tono fraternal que «aquella jovencita llevaba un año y que no estaba preparada para lo que le quedaba por vivir». Se puso su armazón y continuó un servicio.

La prostituci­ón de calle es la hoguera más visible de las violencias contra la mujer. Hay un incendio que nadie apaga a catorce kilómetros de Madrid. Con una alternativ­a, tal vez, fuese distinto, espera Selma.

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Meretrices aguardan la llegada de los clientes, en el polígono industrial Marconi, el principal foco de la prostituci­ón en Madrid
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ISABEL PERMUY Sisi, meretriz en Marconi, acude al centro de ayuda Alternativ­aFOTOS:
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DE SAN BERNARDO

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