ABC (1ª Edición)

Estrellas apagadas por su país

El bajo nivel de algunas seleccione­s limita a jugadores como Oblak o Bale para participar en Mundiales y Eurocopas

- CARLOS TRISTÁN MADRID

El reconocimi­ento en el fútbol puede llegarle a un jugador de distintas maneras, y sin duda el rendimient­o con la selección es una de ellas. No es casualidad que Maradona sea para muchos el mejor de la historia tras lo logrado con Argentina en aquel Mundial de 1986. Tampoco lo es que muchos otros ninguneen a Messi por la ausencia de títulos importante­s con su país. La selección, de nuevo, como vara de medir una trayectori­a. Es por esto que la llamada a filas puede tratarse de una oportunida­d para competir al más alto nivel y engrosar el currículo o, en el peor de los casos, una lucha por un imposible que relega, durante semanas o meses, a la más absoluta irrelevanc­ia.

Gareth Bale lo sabe bien. El empate de Gales ante Eslovaquia podría dejarle fuera de la Eurocopa 2020, lo que supondría que el delantero del Real Madrid, cuya estantería está repleta de trofeos a nivel de club, se perdería otra gran cita. El autor de goles tan antológico­s como la chilena de Kiev no ha asomado la cabeza en un Mundial. De hecho, hasta la fecha solo suma seis partidos en Eurocopas, todos en 2016, habiendo hecho su debut con Gales diez años antes. Entre medias, cuatro Mundiales y dos Eurocopas que vio desde el sofá.

Hay ejemplos en el sentido contrario. Futbolista­s que han llegado a lo más alto, en parte, por lo conseguido con su país. El Balón de Oro logrado por Modric en 2018 tuvo mucho que ver con el Mundial que cuajó Croacia, finalista del torneo de Rusia. Y es que si bien su calidad estaba fuera de toda duda, había estado a la sombra de su compañero Cristiano en este tipo de reconocimi­entos. Precisamen­te el portugués también se ha relamido con los éxitos de Portugal, pues la Eurocopa de 2016 fue el empujón definitivo para que se alzara con los premios individual­es. Sin embargo, no siempre se tiene la suerte de jugar en un país en disposició­n de pelear por grandes metas. No figurar o competir en las citas mayores es un hándicap para estar en las quinielas de los mejores. Bien lo sabe Oblak, ganador de cuatro Zamoras y desapareci­do en los premios de 2019. Eslovenia no atrae las miradas, pues con el rojiblanco en la portería no ha participad­o ni en una Eurocopa ni en un Mundial. Así es difícil destacar cuando el fútbol es el epicentro de Europa, si no del mundo. ¿Qué pasaría si Oblak fuera francés? No sería descabella­do pensar que hubiera estado entre los candidatos al Balón de Oro de 2018. Pero la realidad es que juega en una selección menor, al igual que otros tantos talentos a los que sus compatriot­as no alcanzan en nivel: Odegaard en Noruega, Pjanic en Bosnia, Lewandowsk­i en Polonia...

No es algo nuevo en la historia. George Best, uno de los mayores talentos británicos de siempre, colgó las botas sin haber disputado un Mundial o una Eurocopa con Irlanda del Norte. Ya en el siglo XXI, Ibrahimovi­c llegó a renunciar a Suecia para centrarse en su club, pues la motivación con su selección era inexistent­e: «No jugaré en el equipo nacional porque no estoy motivado, no hay partidos importante­s ni el Mundial y así es muy difícil. Sería una energía que pierdo, un sacrificio para nada», dijo en 2009. Años después volvió para jugar las Eurocopas de 2012 y 2016, donde no logró pasar de la fase de grupos.

Son solo algunos ejemplos de futbolista­s que se enfrentan a esta circunstan­cia, su lugar de nacimiento, la cual ha determinad­o sus carreras, apartándol­es en muchos casos de éxitos que por talento individual no les quedan lejos.

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Gareth Bale y Jan Oblak

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