ABC (1ª Edición)

LAS MAMÁS DE LAS ARTISTAS

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

La madre de la artista es un viejo tópico español, pero un tópico que funciona, todavía. Un tópico, y un afán, y un oficio. De modo que la madre de la artista es eterna. La madre de la artista va desde Lola Flores a la madre de alguna miss, titulada o no, porque siempre hay una madre en el pueblo que ve a su niña miss, y quiere que por ahí aúpe la criatura una carrera. Entre Lola Flores y las madres anónimas de las reinas de las fiestas, nos salen Lucía Bosé, Florentina Galisteo, América, Joaquina Cortés, Carmen Menéndez y otras Cármenes. Por ir abreviando. América es la madre exótica de Alaska. Lucía Bosé es Lucía Bosé. O sea, la copa femenina de todo el clan Bosé. Florentina Galisteo es la madre de Carmen Sevilla, y escribimos aquí «es», porque las madres lo son para siempre, y no mueren nunca. Florentina nunca quiso que su hija dejara Andalucía para crecer de artista en Madrid, porque Madrid siempre ha sido para las madres de las artistas un edén de perdicione­s. «Si su hija va a salir una chica alegre, igual va a salir aquí en Sevilla que en Madrid», dice que le dijeron a la madre desconfiad­a. Y Carmen Sevilla voló del nido. Y con ella, enseguida, la propia madre.

Al costado de las hijas

La madre de la mismísima Marisol se sostuvo de sombra cálida, inagotable y vigilante, al costado de la chica adolescent­e, o joven, mientras Marisol hacía carrera en el cine de Madrid y en el cine del extranjero. La madre de la artista siempre está ahí, con reojo fijo de generala, preservand­o a la hija de los excesos del universo del artisteo, o creyendo que la preserva.

Joaquina Cortés es también madre de artista, pero no de artista chica, sino de artista chico, o sea, madre de Camilo Sesto, una madre que hizo el equipaje desde Alcoy hasta Los Ángeles, que era el sitio donde Camilo había pegado el gran tirón de éxito profesiona­l. A la madre de Camilo le parecía que la patria era la comida, y estaba siempre al lado del chaval para que comiera en condicione­s, porque comer mal es estar lejos del pueblo. Para Joaquina, definitiva en la carrera de Camilo, la mala dieta era el extranjero.

La madre de la artista está siempre pendiente de que la niña, o el niño,

coma bien, duerma mejor y no alterne con cualquiera. La madre de la artista es una madre, obviamente, pero más, quizá. Belén Esteban, en algún momento, nos presentó a su madre, cabal y entrañable. Pantoja es, mas allá de tanta cosas, mamá de artistas, aunque el género de arte de los hijos no acabemos de tenerlo nunca muy claro. Carmen Fernández es la madre de Carmen Cervera, y fue sustento, y consejo, y faro de la biografía de éxito de la baronesa, cuya vida, la pública, y la otra, hubiera sido cosa bien distinta sin la madre siempre ahí al lado, a ratos mánager, a ratos hermana, a ratos celestina. Hasta Lola Flores, ese volcán con volantes, abundó en los defectos y virtudes de toda madre de artista.

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Alaska y su madre, América, siempre al pie del cañón

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