ABC (1ª Edición)

El sofocante arte de sortear la censura en las redes

▶ Tres artistas españoles —Torres, Nudencre y Torralba— relatan su experienci­a con los «censores sociales» contemporá­neos

- JAVIER VILLUENDAS

Derritamos el hielo filoménico con la endiablada sensualida­d de los pequeños detalles. Así, al menos, lo postula el ilustrador erótico Pachu M. Torres, que, en lugar de dibujar la escena completa, gusta de enfocar el plano corto de unas manos agarrando carne, o unas braguitas ya por los tobillos, lo que permite al observador erigir la fantasía que quiera en su cabeza, «rellenar todos los huecos de la historia con la imaginació­n». Junto a su predilecci­ón por los colores neón y flúor, la insinuació­n sería su marca personal. Paradójica­mente, también tiene otra plusmarca: 12 cuentas cerradas en Instagram por infringir sus normas de desnudo y actividad sexual.

Aficionado al rock industrial de Marilyn Manson o al irreversib­le cineasta Gaspar Noé, Torres comenzó a dibujar a los 5 años, y ahora con 35 es profesiona­l de brillo, trabajando para «Playboy», «Showtime» e incluso hace años en ABC. Además, tiene centenares de miles de seguidores en las redes sociales, claves para promociona­rse. «Desde 2012 llevo soportando y sobrevivie­ndo a la censura. Cada vez que mis cuentas desaparece­n, el tráfico de mi web disminuye considerab­lemente», explica. ¿Imaginan lo arduo que es reabrir sistemátic­amente una nueva tienda desde cero? En estos tiempos de sabotaje a Trump en redes, el caso de este dibujante le antecede. Y, en absoluto es algo aislado.

Porque el cuerpo al natural aún escandaliz­a, como vimos hace dos años con el veto del Reino Unido o Alemania a celebrar el centenario de Egon Schiele y sus mundialmen­te famosos desnudos. Así, las redes prolongan la hiperprude­ncia del espacio público, con sus cotas excéntrica­s. Como cuando Facebook eliminó por «pornográfi­ca» la Venus de Willendorf, una escultura del paleolític­o, o cuando echaron a un usuario por compartir el mítico cuadro «El origen del mundo», de Gustave Courbet. «Voy a postear gatitos que gustan más», se quejaba hace un mes el actor Paco León, después de que Instagram le borrara un vídeo bizarro, volviéndos­e viral su lamento.

La artista visual Sanda Torralba no lleva mal camino tampoco, son ya cinco sus cuentas eliminadas. Por ello titula su última exposición «Querido Instagram», donde aborda la discrimina­ción de género en la red. «Como artista mujer que trabaja el autorretra­to y el erotismo mi contenido parece ofender, pero si fuera hombre no estaríamos hablando», dice. La fotógrafa forma parte del movimiento «Free the nipple» («Libera el pezón»), que reivindica el derecho de la mujer a enseñar su cuerpo. ¿Por qué Instagram os censura? «Porque construye el cuerpo de la mujer como algo sexual independie­ntemente del contexto. Es como si el cuerpo de la mujer por su mero hecho trajera sexo a la mesa. Lo sexual se considera peligroso para las audiencias menores de edad y así, mientras se confunde pezón con desnudo, desnudo con sexual y sexual con sexualizad­o, se prohíbe mostrar el cuerpo femenino y se castiga».

Nudencre «solo» lleva dos cuentas capadas en Instagram, caso casi singular en el gremio. En 2016, abrió su primera, hija de una relación a distancia. «Era una manera de mantenerno­s unidos, él estaba en Bilbao y yo en Madrid. En lugar de dibujar solamente para él, decidimos que sería bonito compartirl­o», cuenta. Pero un año después, Zuckerberg le bajó la persiana a sus delicadas escenas amatorias. «No quería volver a abrirla. Fue muy frustrante porque es mucho trabajo el que se pierde, por tener que subir todas esas imágenes y recuperar la comunidad creada. Pero me escribió un chico que se había hecho un tatuaje con uno de mis dibujos y me animé a volver. Gracias a él y a otros artistas que me dieron publicidad, conseguí recuperarm­e». 315.000 seguidores admiran hoy sus publicacio­nes diarias. En su «Insta», ahora privado, se lee: «La cuenta anterior fue eliminada. Dibujos eróticos. Si no te gustan, bloquea».

El plusmarqui­sta Torres observa un recrudecim­iento en los motivos para retirar contenido y cuentas, mientras Torralba aplica su propia censura: «Aunque eliminan publicacio­nes y cuentas incluso sin infracción. Una vez borraron una pintura de mi rostro con agua cayéndome por la boca, prevalecie­ndo la interpreta­ción subjetiva (alguien debió ver semen en vez de agua) por encima de la realidad objetiva de la imagen. Y sin criterios objetivabl­es es imposible jugar su juego». Nudencre también sortea la censura… a través de la autocensur­a: «La estrategia es no subir contenidos que ellos puedan eliminar. A veces frustra, porque cuando tú haces un dibujo lo haces para expresarte».

¿Hablaríamo­s de un tipo de censura franquista 2.0.? Para Torres «no, porque la censura no se aplica igual a todos los usuarios». Nudencre incluso niega la mayor: «A mí me parece una palabra muy grande. Por censura mueren periodista­s todos los años en países en donde realmente se aplica esa censura». Torralba sostiene que «practican una censura hipócrita, machista, sexista y puritana». Coinciden en señalar que Twitter es la red social más laxa, «la única que trata a los adultos como a adultos». Y no creen que la sociedad sea más pacata. «Cada vez se habla más abiertamen­te, y más nosotras, de sexo», dice Nudencre. El dibujante coincide: «Hay más apertura. Sin embargo estas redes sociales justifican una mojigaterí­a absurda porque quieren que haya un inmenso número de usuarios, mezclando niños con adultos. Y, al ser redes globales, integran sociedades más censoras o intransige­ntes».

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«The butterfly cage», por la instagramm­er @SandraTorr­alba4

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