El principal traidor después de Philby
En 1961 se declaró culpable de cinco cargos de espionaje
EL 25 de febrero de 1955 se desató la euforia en las altas esferas de los servicios de inteligencia occidentales. No era para menos: por fin estaba operativo el túnel cuya misión era controlar el tráfico de comunicaciones de entrada y salida del Cuartel General del Ejército Soviético en Alemania Oriental, sito en Zossen-Wünsdorf, a las afueras de Berlín. Entrado en detalles, la colosal obra de ingeniería –que había costado alrededor de 30 millones de dólares de entonces– debía permitir a sus promotores, Estados Unidos y Gran Bretaña, conocer de antemano los planes del Pacto de Varsovia y así poder adaptar el despliegue de las tropas de la OTAN. Lo que no sabían los aliados es que los soviéticos se enteraron del proyecto, de nombre «Stopwatch», al año siguiente de su entrada en funcionamiento, pues el KGB había fichado como topo a George Blake, el agente británico encargado de levantar acta de las reuniones preparatorias. Peor aún, en Londres tardaron un lustro en desenmascarar a Blake, que en 1961 se declaró culpable de cinco cargos de espionaje y fue, en consecuencia, encarcelado hasta que en 1966 protagonizó una espectacular fuga cuya etapa final fue, obviamente, Moscú, donde fue exhibido como un héroe por las autoridades.
Escribe Gordon Thomas en su riguroso ensayo sobre la historia del espionaje británico que «el modesto Blake había continuado el trabajo en el punto en el que Kim Philby, Donald Maclean y Guy Burguess lo habían dejado». Lo cual es cierto, si bien con unos toques específicos que convierten la trayectoria de Blake en vertiginosa. De entrada, había nacido en los Países Bajos, hijo de un egipcio de confesión judía y pasaporte británico, y estaba emparentado con uno de los iniciadores del comunismo en el país de las pirámides. Unos antecedentes lo suficientemente nítidos como para resistir al nazismo desde el principio de la Segunda Guerra Mundial, primero como jovencísimo integrante de la Resistencia holandesa y más tarde en la inteligencia naval británica, donde sirvió a las órdenes de Ian Fleming, el creador de James Bond, quien le animó a unirse a los servicios secretos. En el MI6 pronto detectaron la idoneidad de Blake para las tareas asignadas, desplegándole en 1948 en la Embajada británica en Seúl. Dos años más tarde, cayó preso de las tropas (comunistas) norcoreanas que habían invadido el sur. Entre barrotes, antes de ser liberado, cedió a los cantos de sirenas del KGB. Allí empezó una de las grandes traiciones de la Guerra Fría.