ALCOHÓLICA Y DESEQUILIBRADA
Nos comportamos con demasiada ligereza al opinar sobre los demás
ESTABA ayer por la mañana escuchando una lista de viejas canciones y, por azar, surgieron las notas de «Les choses de la vie», el tema de la película de Claude Sautet, estrenada en 1970. Es la historia de un amor imposible que acaba trágicamente. Sus protagonistas son Michel Piccoli y Romy Schneider, que encarnan los dos papeles principales. Ella tenía entonces 32 años y estaba en el mejor momento de su carrera.
El tema del filme, titulado «La canción de Hélène», fue grabado en un estudio de París y, con el transcurso del tiempo, el vídeo resulta impresionante. Romy, con cascos ante un micrófono y un reloj de pared al fondo, entona lentamente la letra: «El sol ya no volverá a lucir. Tu no me volverás a amar».
Tras ver esta grabación, he buscado algunas referencias en la red sobre la película que vi hace más de 40 años y que me impresionó por la interpretación de Schneider, que parece anticipar su trágico final, acaecido 12 años después tras la muerte accidental de su hijo.
En esa búsqueda me he topado con un reportaje sobre la actriz que, encabezado por una fotografía tomada en el rodaje de «Sissi», aparece titulado: «Alcohólica y desequilibrada». Tal vez esos adjetivos no tengan importancia en el contexto de la tragedia que vivió esta mujer, de sus amores frustrados, de la pérdida de su hijo, de la difícil relación con su madre, pero este título me ha hecho reflexionar.
No, el problema no es la frivolidad del medio ni la intencionalidad del periodista. El asunto resulta de mucho más calado: atañe a la idea, a la imagen que nos hacemos de la vida de los demás, a nuestra tendencia a simplificar las cosas y quedarnos en los estereotipos.
Decía Simenon una frase que nunca he olvidado: «Hay que comprender, no juzgar». Con frecuencia, nos fijamos mucho en los defectos y las circunstancias de los demás sin el esfuerzo de intentar entender su conducta y las causas que la han motivado.
Romy Schneider fue una gran actriz, una persona de extraordinaria dignidad, una mujer que luchó para ser reconocida y respetada, mas allá de su condición de amante de Alain Delon y «sex symbol». Y murió con el corazón destrozado tras ingerir una sobredosis de pastillas.
Decir que era «alcohólica y desequilibrada» es como tachar a Einstein de violinista mediocre y mal estudiante. Es una forma de manchar la reputación de una persona e ignorar todas las cosas buenas que hizo. Trascendiendo esta anécdota, lo cierto es que nos comportamos con demasiada ligereza al opinar sobre los demás y condenarlos por meros prejuicios.
Esto se ha agudizado en las redes sociales, donde los insultos y las descalificaciones se administran en función de las fobias y las filias de cada uno. Y casi siempre desde la impunidad y el anonimato. Vuelvo a Simenon. Mejor comprender que juzgar.