GIL DE BIEDMA, un debate que llega con 30 años de retraso
Andrés Trapiello denuncia la falta de ejemplaridad del Gobierno al homenajear en el Cervantes a un autor que contó en sus diarios, editados tras su muerte, que mantuvo relaciones sexuales con un «chiquillo» de «doce o trece años» «Entonces la izquierda c
En 1991 vio la luz «Retrato del artista en 1956» (Lumen), diario en el que Jaime Gil de Biedma daba cuenta de aquel año, en el que estaba destinado en Manila como comisionado de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, y que, por voluntad expresa de su autor, se publicó después de su fallecimiento. Aquel libro llegó, entonces, a manos de Andrés Trapiello, al que «desde siempre» le ha interesado el género del diario. En el pasar de las páginas, Trapiello se detuvo en una que leyó «con perplejidad y desagrado». En ella, Gil de Biedma describía su visita a un burdel de la capital filipina, y escribía: «El chiquillo que se ocupó conmigo (dicho sea en jerga de burdel barcelonés) tenía doce o trece años.
Ya no recuerdo su cara». A Trapiello, que consignó el texto de Gil de Biedma en uno de sus diarios de ese mismo año, le «asombró» que «nadie reparara entonces en esa página». «El diario de Gil de Biedma tuvo muchas reseñas, muy elogiosas, pero en todas se pasaba de puntillas sobre esos episodios, cuando no directamente se omitían», explica el escritor a ABC.
Cinco años después, en 1996, Trapiello publicó el tomo correspondiente de su «Salón de pasos perdidos», y en él incluyó «una reflexión ética y política» del asunto en estos términos: «Habla mucho de los filipinos a los que se ha llevado a la cama. ¿Para qué querría contar eso sólo y por qué querría contarlo póstumamente? (...) decir sólo, me hice a tal filipino y a tal otro, los buscaba y me iba con ellos por ahí a joder un poco, eso es ridículo». «Lo cierto es que la gente también pasó por alto mi libro, pero por razones diferentes. Yo apenas tenía lectores. Pero tres años después, ‘El País’ publicó una carta al director, en la que Pere Gimferrer me acusaba sin venir a cuento de homófobo por el tratamiento que daba a su amigo». En ella, Gimferrer aseguraba: «(...) nadie parece advertir la homofobia de Andrés Trapiello al señalar con el dedo a Jaime Gil de Biedma por su ocasional trato carnal con un chico de 13 años en Manila y encontrar, en cambio, naturalísimo el continuado trato carnal de Antonio Machado con una Leonor que acababa de cumplir 15 años». Trapiello le contestó, según recuerda, en el mismo periódico, «hablando de la doble moral, la hipocresía y el cinismo; lo de Machado era una de esas infamias a la altura sólo de los más
gimferreres». Esos días, Rosa Regàs publicó, también en «El país», un artículo, titulado «Moralidades», en el que sostenía que Trapiello «habla de la situación moral de ciertos escritores a los que ni conoció ni cree que valga la pena conocer o leer». «Los amigos de Gil de Biedma –rememora Trapiello– salieron en tromba a defenderle. Me llamaron de todo. Terenci Moix quiso también sumarse a la lapidación, pero desistió cuando Sergio Vila-Sanjuán le leyó la página siniestra, y se limitó a decir: “Hosti tú, el Jaime aquí s’ha passat una mica”.».
Y allí se quedó la polémica hasta que, el pasado 15 de enero, coincidiendo con el treinta aniversario de su muerte, Gil de Biedma fue homenajeado en el Instituto Cervantes, en un acto durante el que sus familiares depositaron un legado en la Caja de las Letras y en el que intervino el director de la institución, Luis García Montero. «Es, como poco, paradójico que el Estado que concede la nacionalidad a un músico principalmente por ser una víctima de abusos continuados durante su infancia (James Rhodes) programe un acto de homenaje a quien ha abusado de niños. El mensaje que envía la ciudadanía es contradictorio», argumenta Trapiello.
Tributar honores
«Nadie está pidiendo ejemplaridad a los escritores –continúa–, que cada cual escriba lo que quiera y que al publicarlo se atenga a la ley, lo mismo si hace apología del terrorismo, de la pederastia o de los malos tratos. Pero sí, en cambio, hemos de pedir que el Estado sea ejemplar, porque las leyes son el espejo de la ejemplaridad». A juicio de Trapiello, este debate «tenía que haberse producido hace 30 años, pero entonces la izquierda consideró que Gil de Biedma era “de los nuestros”, y le dio esa bula, y la derecha cultural siempre arrastra el complejo de que se la tilde de puritana y poco moderna, y guardó silencio».
El escritor cree que «se pueden ver en este asunto dos aspectos: la falta de compasión de Gil de Biedma hacia las víctimas de sus abusos sexuales, que él mismo y no otro relató y aireó, y si el Estado debe o no tributar honores a quien ha sido poco honorable». Y remata: «Con el debate es suficiente. No soy un protoinquisidor. Basta con que pensemos en todo ello con reposo y sin abusar de los textos ni, tratándose de dinero y del espacio públicos, de las instituciones».