CAMUS O EL VALOR DE LA PALABRA
Prefirió quedarse solo a sumarse a causas que no compartía
EN unos tiempos en los que la palabra se ha convertido en un simple instrumento de propaganda al servicio de una cierta política, nos queda el valioso testimonio del Albert Camus periodista, expresado en sus artículos publicados en «Combat» desde 1944 a 1949. Acaba de aparecer una recopilación en castellano de esos trabajos, más vigentes que nunca, bajo el título de «La noche de la verdad».
Camus manifiesta en ellos su confianza en el nacimiento de «una democracia obrera» y sostiene que el final de la guerra era una oportunidad para la regeneración moral de Francia. Ni una cosa ni otra fueron posibles. Pero nos queda el legado de su obra periodística y, más en concreto, los artículos publicados en los meses que van de marzo a agosto de 1944 cuando las tropas aliadas entran en París.
Cuando Camus empezó a colaborar en «Combat», era ya miembro de la Resistencia. Había abandonado Argelia en 1940 tras sufrir el acoso de la censura y no dudó en alistarse en misiones de alto riesgo. Herbert Lottman, su biógrafo, relata cómo estuvo a punto de ser detenido en una estación de tren donde se había citado con su enlace y, más tarde, cómo escapó milagrosamente de la Gestapo en un piso de París.
El autor de origen argelino nunca se jactó de ello ni lo mencionó jamás. Pero sí dejó constancia de sus sentimientos: «A unos hombres que, al escribir un artículo, sabían que esas líneas podían costarles la cárcel o la muerte, les quedaba claro que las palabras tenían un valor y que había que pensárselas».
Camus es uno de los pocos intelectuales de los que se puede afirmar que nunca escribió nada que no creyera. Renunció a su militancia en el Partido Comunista cuando Stalin pactó con Hitler, condenó el terrorismo y abogó por una solución negociada en Argelia y pidió clemencia para algunos colaboracionistas como Robert Brasillach por razones de pura humanidad. Fue incomprendido y lapidado por esas posiciones. Sartre y los comunistas arremetieron contra él.
Prefirió quedarse solo a sumarse a causas que no compartía. Y nadie poseía una mayor autoridad moral que él durante una posguerra que propició la eclosión de oportunistas y de comediantes que no habían movido ni un solo dedo durante la ocupación alemana.
Camus creía en un periodismo al servicio de la verdad y de la ética. Por ello, renunció a seguir dirigiendo «Combat», que había llegado a vender 300.000 ejemplares diarios a finales de 1945, cuando vio amenazada la independencia de la empresa editora.
Fue él quien dijo que hay causas por las que vale la pena morir, pero ninguna por la que valga la pena matar. Siempre fue consecuente con esa forma de pensar que le llevó a repudiar cualquier tipo de totalitarismo, mientras defendía los derechos humanos y la democracia con la palabra, que es y será siempre el último bastión de la libertad.