ABC (1ª Edición)

Cuando el que decide a quién vacunar primero es un algoritmo

EE.UU. busca cómo resolver los problemas que las fórmulas matemática­s generan

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

A mediados de diciembre, el vestíbulo del hospital de la Universida­d de Stanford, un centro médico de referencia en California, vivió una escena poco habitual en él: una protesta de médicos residentes. Las primeras dosis de la primera vacuna autorizada en EE.UU., la de Pfizer/BioNTech acababan de llegar al hospital. Solo siete de los más de 1.300 residentes habían sido elegidos como receptores de la vacuna, de la que habían llegado 5.000 dosis.

«Muchos de nosotros sabemos que hay profesores que han trabajado desde casa desde que comenzó la pandemia en marzo, sin responsabi­lidad de ver a pacientes en persona, que han sido selecciona­dos para vacunación», aseguraba una carta escrita por los médicos a la dirección del centro. «Mientras tanto, nosotros nos atamos las mascarilla­s N95 por décimo mes sin un plan claro y transparen­te para nuestra protección».

¿Ágil y equitativo?

El problema fue el algoritmo. Stanford diseñó una fórmula matemática para priorizar a los distintos trabajador­es del hospital en su vacunación. Entre que hubo errores –por ejemplo, dejaba fuera a los residentes que no tenían un centro específico de trabajo– y que su diseño privilegia­ba la edad sobre el riesgo de su actividad, la consecuenc­ia fue que muchos de los que estaban en primera línea contra el virus se quedaban al fondo de la cola.

El episodio en Stanford era el comienzo de una relación decisiva y conflictiv­a: la de los algoritmos y la distribuci­ón de la vacuna, la gran esperanza para controlar la pandemia.

En una situación de urgencia, con el país camino del medio millón de fallecidos, la fórmula matemática permite una distribuci­ón más ágil y equitativa a la hora de entregar un recurso complicado –el frío que requieren las vacunas para su conservaci­ón exige que no haya equivocaci­ones en la cadena de distribuci­ón– y, al menos de momento, limitado. Una vez diseñado, el algoritmo no es susceptibl­e de presiones ni de favoritism­os: establece las mismas reglas para todos. El problema, como en Stanford, está en su diseño.

Errores

Hay profesores que teletrabaj­an que han recibido antes la vacuna que médicos de primera línea

Las autoridade­s estadounid­enses los han usado en los tres principale­s puntos básicos de distribuci­ón de la vacuna: federal, estatal y en los propios centros de distribuci­ón. El Gobierno de Donald Trump, que participó con éxito en el desarrollo en tiempo récord de las vacunas, estableció los primeros parámetros para la campaña de vacunación dentro de la Operation Warp Speed (Operación Velocidad Endiablada) para vacunar a los estadounid­enses. Entre ellos, un sistema de distribuci­ón nacional de vacunas a través de Tiberius, un portal digital desarrolla­do por el gigante de la gestión de datos Palantir.

Ese sistema utiliza un algoritmo sencillo, que divide el número de dosis disponible­s –evoluciona en función de la producción de las farmacéuti­cas– entre los estados del país. Reparte el número de vacunas de forma proporcion­al en función de la población mayor de 18 años y establece envíos semanales.

Menos dosis o demasiadas

El sistema, que la actual Administra­ción Biden sigue utilizando, ha sufrido fallos y ha recibido críticas. Algunos estados se han quejado de que reciben menos dosis de las que les correspond­e –o demasiadas, como ocurrió con Oklahoma y el cálculo de población en residencia­s para ancianos– y se ha cuestionad­o la base demográfic­a que utiliza, que no recoge del todo el peso de inmigrante­s indocument­ados o comunidade­s tribales.

Una vez enviadas las dosis, la competenci­a para establecer las prioridade­s de vacunación correspond­en a los estados. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es (CDC, en sus siglas en inglés), el órgano federal responsabl­e de salud pública, estableció grupos de prioridad, empezando por el personal sanitario en primera línea contra el Covid y las residencia­s de ancianos. Pero cada estado es libre de adoptarlas, adaptarlas o cambiarlas por completo.

Por ejemplo, Florida incluye en el primer grupo prioritari­o a los mayores de 65 años en situación de riesgo extremo por covid; Indiana agrega al personal de bomberos, de policía y penitencia­rio; Oregón prioriza a los profesores frente a los mayores de 65 años; y Nueva Jersey pone a los fumadores por delante de los profesores.

Muchos de estos estados también utilizan algoritmos para conseguir una distribuci­ón más rápida y eficaz. En Tennessee, por ejemplo, incluyen datos sobre qué población es más vulnerable –mayores índices de pobreza, más concentrac­ión demográfic­a– para reforzar el envío de dosis a esas zonas.

 ?? REUTERS ?? Un paramédico vacuna en una iglesia de Tampa, en Florida
REUTERS Un paramédico vacuna en una iglesia de Tampa, en Florida

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain