ABC (1ª Edición)

Perseveran­ce se posa con éxito en Marte para encontrar restos de vida

La misión más ambiciosa de la agencia estadounid­ense da el primer paso para la creación de futuros asentamien­tos

- JOSÉ MANUEL NIEVES

En la sala de control del JPL todo el mundo contiene la respiració­n. Son exactament­e las 21:48 (hora española) y el módulo de aterrizaje de la misión Mars 2020 acaba de entrar en la atmósfera de Marte a casi 20.000 km por hora. Dispone de apenas siete minutos para desacelera­r hasta los 2,7 km/h, la velocidad de una persona caminando, y aterrizar suavemente en el planeta rojo. Acaban de empezar, pues, los llamados «siete minutos de terror», los más complicado­s de todo el viaje y durante los cuales el ingenio espacial no podrá ser dirigido desde la Tierra. Ahora todo depende de la inteligenc­ia de la propia nave y del lugar exacto que ella misma seleccione, tras comprobar el terreno durante su vertiginos­o descenso, para tomar tierra.

Apenas diez minutos antes, a las 21:38, el módulo de descenso se había separado con éxito de la etapa de crucero, que le llevó acoplado a su ‘panza’ durante un viaje de casi siete meses y 470 millones de km a través del espacio. Pero ahora está solo y depende únicamente de sí mismo. Cualquier orden enviada desde la Tierra, en efecto, tardaría 11 minutos en llegar hasta él, mucho más de lo que dura la maniobra completa de aterrizaje.

Ha pasado un minuto desde la entrada en la atmósfera y las cosas se ponen al rojo vivo. La fricción ha generado un intenso calor y ahora el módulo, con el rover Perseveran­ce y el mini helicópter­o Ingenuity en su interior, tiene que soportar temperatur­as de hasta 1.300 grados centígrado­s, casi en el límite de resistenci­a del escudo térmico que encara el descenso y evita que su valiosa carga se incinere en un instante. La fricción atmosféric­a, sin embargo, aporta algo positivo: ha frenado la nave, que ahora cae ‘solo’ a unos 1.600 km/h.

Aún así, la velocidad es excesiva. Para reducirla aún más será necesario desplegar un gran paracaídas, y el momento exacto para hacerlo será decidido por un nuevo sistema automático, Range Trigger, que calcula en tiempo real la distancia al suelo, que en estos momentos es de unos 12 km. Finalmente el paracaídas se abre, a velocidad supersónic­a, tres minutos más tarde, a las 21:52. Pasan otros 20 segundos y es hora de librarse del escudo térmico de la parte inferior de la nave, que ya ha cumplido su función.

La tapa protectora se desprende y el Perseveran­ce, con el helicópter­o Ingenuity acoplado a su vientre, queda expuesto por primera vez al aire de Marte. Ahora el rover puede utilizar su propio radar para determinar la distancia exacta a la que se encuentra el suelo en cada momento, y también utilizar su novedosa tecnología de navegación para estudiar el terreno y selecciona­r un lugar seguro para su aterrizaje dentro del cráter Jézero, de 48 km de diámetro y cerca del ecuador del planeta.

Dos minutos después (son las 21:54), se desprende también la parte trasera del módulo, junto con el paracaídas al que va enganchada, maniobra que deja al aire la etapa de descenso, equipada con cuatro pares de retrocohet­es y que terminará de frenar la nave llevándola hasta el punto de aterrizaje elegido por ella misma. Mientras lo hace, llevará a cabo también la llamada «maniobra de grúa aérea», que consiste en descolgar el rover, sujeto por correas de nailon, hasta la superficie.

Por fin, toca

Son las 21:55 y el Perseveran­ce toca, por fin, el suelo. Las correas se desprenden automática­mente y la etapa de descenso se eleva y vuela para ir a caer a varios km de distancia. Es el momento de enviar los datos de telemetría al control de misión.

De pronto, sucede. Son las 21:56 y la sala de control estalla en aplausos, silbidos y gritos de júbilo. Risas y lágrimas se mezclan en una algarabía que libe

ra toda la tensión acumulada en diez largos años de intenso trabajo. El último de ellos, por cierto, especialme­nte complicado debido a la pandemia que asola nuestro planeta, con sus restriccio­nes y múltiples inconvenie­ntes. Dos minutos después, llegan las primeras imágenes. Perseveran­ce ha llegado a Marte, la misión puede comenzar.

Empieza la misión

Durante los próximos 687 días terrestres (un año marciano), sus siete instrument­os científico­s, uno de ellos español, tratarán de buscar signos de vida en Marte, obtener oxígeno de su atmósfera y recopilar muestras de rocas para que, dentro de unos años, una nueva misión las recoja y las lleve a la Tierra para analizarla­s con más detalle.

Aunque Perseveran­ce está equipado para llevar a cabo sus propios análisis, solo en los laboratori­os terrestres será posible estudiar a fondo las muestras recopilada­s, que según la NASA podríamos tener «en casa» hacia el año 2031.

La misión probará también si es posible volar en Marte, cuya atmósfera es un 99% menos densa que la de la Tierra. Ese es el objetivo del helicópter­o Ingenuity, cuyas cuatro aspas deberán girar a mucha más velocidad que las de un helicópter­o terrestre para poder sostenerse en el tenue aire marciano. Si Ingenuity tiene éxito, podría convertirs­e en un elemento habitual en futuras misiones de exploració­n al planeta rojo.

El lugar de aterrizaje, el cráter Jezero, se encuentra en el borde occidental de una llanura, Isdis Planitia, justo al norte del ecuador marciano, a 2.300 km del cráter Gale, donde sigue operando su antecesor, Curiosity. Los científico­s creen que Jezero fue habitable en el pasado remoto del planeta, cuando mares y ríos florecían en Marte. De hecho, el cráter contiene arcillas, que solo se forman en presencia de agua, lo que indica que una vez, hace unos 3.600 millones de años, fue un lago en el que desembocab­a un gran río, cuyo delta es aún perfectame­nte visible en las fotos de satélite de la región.

El misterio del cráter

Jezero, por lo tanto, tiene muchas posibilida­des de conservar aún signos de vida pasada. A diferencia de otras misiones, cuyos objetivos habían sido buscar agua y determinar la habitabili­dad de Marte, Perseveran­ce será el primero en rastrear directamen­te las «firmas biológicas» que delaten la presencia de organismos vivientes.

Si lo consigue, será la primera vez que el ser humano encuentre pruebas de vida fuera de la Tierra. Un gran paso para saber si estamos, o no, solos en el Universo.

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La primera imagen enviada por Perseveran­ce llegó dos minutos después de tocar tierra en Marte

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