MENSAJE DE ESPERANZA PARA LA TIERRA MARTIRIZADA DE IRAK
Francisco pide a su llegada a Bagdad que el nombre de Dios no sea usado «para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión»
Al término de la primera jornada del Papa en Bagdad, marcada por un fuerte mensaje de reconciliación a todos los iraquíes, su entorno está convencido de que será el viaje más importante del pontificado por la etapa de hoy en Nayaf y Ur de Caldea, dedicada a promover la fraternidad ente las tres grandes religiones que tienen como padre a Abraham.
En su primer discurso a un país desgarrado por tres grandes guerras en los últimos cuarenta años, Francisco afirmó ayer en el palacio presidencial: «Solo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano».
Su discurso enlazaba con las palabras de bienvenida del presidente Barham Salih, un ingeniero kurdo formado en Cardiff y Liverpool, gran abanderado de la integración nacional y de la convivencia entre todos los grupos religiosos. En palabras dirigidas a todo Irak y Oriente Medio, Francisco aseguró: «Entre tantos que han sufrido, no puedo dejar de recordar a los yasidíes, víctimas inocentes de una barbarie insensata y deshumana, perseguidos y asesinados a causa de sus creencias religiosas, cuya propia identidad y supervivencia se puso en peligro».
El Santo Padre sabe que una defensa de los cristianos conlleva el peligro de alimentar sectarismos, mientras que un mensaje de reconciliación y defensa de toda minoría contribuye a mejorar el clima de reconciliación imprescindible para superar la tragedia nacional. Por eso, el Papa –recibido con los brazos abiertos por los musulmanes chiíes, mayoritarios en el país–, se dirigía a todos los grupos religiosos de Irak rogando «que Dios nos conceda caminar juntos, como hermanos y hermanas». Y subrayando que «la religión, por su naturaleza, debe estar al servicio de la paz y la fraternidad. El nombre de Dios no puede ser usado para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión», como señala el Documento de Fraternidad Humana que firmó en 2019 en Abu Dabi con el gran Imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed AlTayyeb, referente teológico de 1.300 millones de musulmanes sunníes.
Con la misma claridad espoleó al Gobierno, los parlamentarios y los jueces a «combatir la plaga de la corrupción, los abusos de poder y la ilegalidad». Y a esforzarse «para edificar la justicia, que crezca la honestidad y la transparencia y se refuercen las instituciones».
Refiriéndose de modo implícito a las guerras, Francisco manifestó: «Vengo como penitente que pide perdón al Cielo y a los hermanos por tantas destrucciones y crueldad. Vengo como peregrino de paz, en nombre de Cristo, Prínci
pe de la Paz». En esa línea urgió a «que callen las armas, se evite su proliferación, aquí y en todas partes. Que cesen los intereses particulares, esos intereses externos que son indiferentes a la población local». Al mismo tiempo, pidió a la comunidad internacional que continúe ayudando a la reconstrucción de Irak, «trabajando con espíritu de responsabilidad común con las autoridades locales, sin imponer intereses políticos o ideológicos».
Vacunas para todos
Con el telón de fondo de la pandemia, el Papa volvió a pedir «una distribución equitativa de las vacunas para todos», añadiendo que esta crisis «es también una llamada a repensar nuestros estilos de vida», pues se trata, dijo con literalidad, de «que salgamos de este tiempo de prueba mejores que antes. De que construyamos el futuro en base a lo que nos une, más que en lo que nos divide».
Poco después, en un encuentro con los obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas en la catedral siro-católica, el Santo Padre rindió homenaje a los 48 hermanos y hermanas que murieron en el atentado terrorista en esta catedral hace diez años y cuya beatificación está en proceso. Pero, al mismo tiempo, recordó «a todas las víctimas de la violencia y las persecuciones, pertenecientes a cualquier comunidad religiosa».
Y adelantó que hoy en Ur de Caldea, encontrará a los líderes de las tradiciones religiosas para proclamar una vez más la convicción de que «la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios». Ur es la ‘tierra prometida’ a la que no logró llegar Juan Pablo II en 1999, después de haber hecho historia como el primer Papa que visitaba una sinagoga, la de Roma en 1986, y una mezquita, la de los Omeyas en Damasco en 2001. Francisco mira a largo plazo, y del mismo modo que su discurso a los líderes espirituales musulmanes de Turquía en 2014 consolidó la prioridad de desautorizar a los fanáticos y violentos cada uno en su respectiva religión, el nuevo desafío es pasar a un clima de fraternidad.
El Papa iniciará la jornada del sábado con una visita al Gran Ayatolá Alí Al-Sistani en su modesta casa de la ciudad santa de Nayaf. El líder de los chiíes de Irak es un moderado que, a los 90 años de edad, vuelca todas sus energías en promover comportamientos constructivos y a impedir el contagio de las versiones teocráticas que se enseñan en Qom y se promocionan políticamente desde Teherán.