ABC (1ª Edición)

CORNEJO, LA SASTRERÍA ESPAÑOLA QUE CARACTERIZ­A A LAS ESTRELLAS DEL CINE

- JULIO BRAVO

Viaje por el hipnótico océano de telas y colores que componen los almacenes de la centenaria sastrería madrileña, convertida en mito por el vestuario de películas como ‘El Cid’, ‘Doctor Zhivago’ o ‘Shakespaer­e in love’ y series como ‘Los Tudor’ o ‘Juego de Tronos’

Humberto Cornejo se sonroja –aunque se le hincha el pecho de orgullo– cuando escucha que su casa es parte de la historia del cine, la televisión y el teatro españoles. Para él, la Sastretría Cornejo sigue siendo un negocio familiar –sus hijos, que trabajan con él, conforman ya la cuarta generación– y le gusta pensar que son unos artesanos al servicio de los verdaderos artistas de este universo. Pero su pertinaz presencia en los títulos de crédito de prácticame­nte todas las produccion­es españolas de las últimas décadas les permite ser miembros de pleno derecho de esa historia. Aunque su presencia no se reduce únicamente a nuestro cine. Desde que, a principios de los años sesenta, desembarcó en España el productor Samuel Bronston, Cornejo ha realizado el vestuario de grandes produccion­es internacio­nales. ‘Rey de reyes’ fue la primera, y después vendrían películas como ‘El Cid’, ‘La caída del Imperio romano’, ‘55 días en Pekín’, ‘Doctor Zhivago’, ‘Nicolás y Alexandra’ o ‘Shakespear­e in love’, y series como ‘Los Tudor’ y la que ha relanzado la notoriedad en los últimos años de la sastrería: ‘Juego de tronos’. «La propaganda que nos hizo fue de tal calibre que consiguió que mucha gente, incluso sorprenden­temente de la profesión, se enterara de que trabajábam­os en produccion­es internacio­nales», sonríe Cornejo.

Todo empezó en 1920. Ese año, con una pequeña colección de trajes que le había legado su cuñado –no se sabe si se la vendió o se la prestó–, Humberto Cornejo Arenillas, que acababa de regresar de Cuba, donde había estado viviendo con unos parientes tras quedarse, fundó un pequeño negocio de sastrería en su casa, situada en el número 28 de la Cava Baja, en el castizo barrio madrileño de La Latina. El encargo del vestuario de varias zarzuelas fue el principio de su relación con el teatro y el cine – ‘La hermana San Sulpicio’, de 1934, fue su primera película–.

De aquel piso de la Cava Baja madrileña se trasladó la sastrería Cornejo a la calle de la Esgrima; posteriorm­ente se instalaría al principio de la calle Magdalena, junto a la plaza de Tirso de Molina, y en 2001 al edificio que ocupan en estos momentos, en la calle Rufino González, en el distrito de San Blas. «Cuando iba a comprarlo, me daba miedo decírselo a mi padre, porque en Magdalena no solo había tenido el negocio; había sido su hogar. Pero me dijo a todo que sí».

Samuel Bronston

Se refiere Humberto a Vicente Cornejo, su padre y el hijo del fundador de la firma. Acababa de incorporar­se a ella cuando se produjo el hecho que marcó el punto de inflexión de la centenaria sastrería: su encuentro con el productor Samuel Bronston. «Él no nos conocía de nada –recuerda Humberto Cornejo–, pero manejaba el dinero de unos inversioni­stas que lo tenían en España; y como Franco no dejaba sacarlo del país, se vino a rodar aquí, a pesar de que su idea era irse a Italia, a Cinecittá, a rodar varias superprodu­cciones. El director de arte y el figurinist­a trabajaban con sastrerías italianas, pero les dijeron que había que gastarse el dinero aquí, así que vinieron a nosotros. Hicimos una cantidad impresiona­nte de trajes, primero en ‘Rey de reyes’, y luego en ‘El Cid’, ¡Y en ‘La caída del Imperio romano’! Siempre comento, y la gente no se lo puede creer, que los trajes de los bárbaros, hechos con piel de cabra, todavía nos los vienen a buscar de todo el mundo: han estado en ‘Juego de tronos’, ‘Vikingos’, ‘Willows’, ‘Highlander’... Y los seguimos utilizando. Ese material no lo tiene ninguna sastrería del mundo» (Su padre recordaba hace años en ABC que los figurinist­as querían hacer los trajes con piel de oso: «Les dijimos que en España había dos osos viejos, y en Asturias, así que los sustituimo­s por piel de cabra. Se gastaron de tres a cuatro millones de pesetas de entonces [1964], y se paralizó toda la producción de curtido, porque todos los curtidores de Madrid y provincia tuvieron que dejar lo que estaban haciendo y ponerse a trabajar para nosotros. No podían venderse siquiera abrigos para mujer»).

Han pasado sesenta años desde entonces, y la Sastrería Cornejo sigue teniendo su carácter de negocio familiar. Junto a Humberto trabajan sus hijos y cuando Humberto Cornejo pasea por los talleres y los almacenes saluda a cada uno de los trabajador­es –son cuarenta y cinco– por su nombre. «El cortador que trabaja conmigo es nieto del cortador que trabajaba con mi padre y con mi abuelo», dice con orgullo al referirse a uno de ellos. «Y el padre de Alfredo –dice al presentarl­o– también trabajó en nuestra casa». En lo que él llama el ‘sancta sanctorum’ de la casa, tres grandes retratos de sus abuelos y de su padre le recuerdan siempre el origen.

De los talleres de Cornejo acaban de salir los trajes de la producción de ‘Norma’ que se acaba de estrenar en el Teatro Real, y se trabaja actualment­e en varias produccion­es; entre ellas una francesa, la nueva película sobre Astérix, que va a rodarse en los próximos meses después de suspenders­e dos veces la filmación por la pandemia; y una serie sobre la primera vuelta al mundo de Elcano y Magallanes. En ellas se afanan los trabajador­es de la sastrería. Humberto Cornejo señala unas corazas que descansan sobre una gran mesa de trabajo y explica: «Las corazas, unas de metal y otras de fibra, son en realidad de ‘Gladiator’. En esta película fue la primera vez que se empleó la fibra para las corazas. Antes eran de metal y mucho más pesadas».

El reciclaje del vestuario es norma en Cornejo. «La gente se sorprende mucho de que reutilicem­os la ropa, y es que en el cine nunca se compra; se alquila y el vestuario vuelve a nuestros almacenes. En la mayoría de las películas españolas no tenemos que hacer ninguna pieza nueva –la última gran producción española, en cuanto al volumen del vestuario, que hemos

hecho es ‘Mientras dure la guerra’, de Alejandro Amenábar–. A veces hay que arreglar, pero muchas cosas las resuelven con efectos digitales. Nosotros notamos cosas como la digitaliza­ción de la figuración, que ya lleva años; cuando hicimos ‘Manolete’ ya digitaliza­ron todo el público en las plazas de toros. Depende de la producción; en ‘Astérix’ se siguen llevando cien trajes de romanos. A lo mejor luego digitaliza­n y ponen mil. Pero hay que tener en cuenta que los efectos digitales son también muy caros».

«Mi primera locura»

Ofrece Humberto Cornejo un ejemplo de ese reciclaje: «En ‘Shakespear­e in love’, los vestidos de mujer de la secuencia del baile son vestidos de una película que habíamos hecho unos años antes, ‘La Reina Margot’, de Patrice Chéreau’; Sandy Powell, la figurinist­a (que ganó el Oscar por este trabajo) me pidió permiso para adornar los trajes; y se lo di, claro. La gente de esta categoría no estropea los trajes, sino que los mejora».

La compra del vestuario de ‘La reina Margot’ fue, precisamen­te, su «primera locura», como la califica el propio Cornejo. «No pudimos hacer la película porque no llegamos a un acuerdo –recuerda–, aunque sí servimos parte del vestuario, y los trajes nuevos se hicieron en París. Al terminar la película la productora se encontró con que tenía seisciento­s trajes y no sabía qué hacer con ellos. Me fui con mi padre a París y los compramos todos. Luego he comprado los vestuarios de ‘Gladiator’, ‘Maléfica’, ‘El reino de los cielos’. Todavía hoy los figurinist­as vienen buscando el vestuario de ‘La reina Margot’, que en Francia es una película de culto, y también el de ‘El perfume’».

En los almacenes de la calle Rufino González se guarda el vestuario del siglo XX a partir de los años treinta. Los vestidos, trajes, camisas, abrigos... se agrupan en un impresiona­nte arcoiris a lo largo de los percheros seccionado­s. «El otro día –cuenta Cornejo en uno de los dos almacenes que hay en el edificio–, me entretuve en calcular cuántas piezas de ropa habría aquí, y me quedé impresiona­do: hay 15.000, y la misma cantidad habrá en el almacén del otro piso». A ello hay que sumar las naves que Cornejo tiene en la provincia de Guadalajar­a y donde se guarda la mayoría del vestuario que posee la sastrería. «Tiene que haber más de tresciento­s mil trajes», presume Cornejo.

Entrar en sus almacenes supone perderse en un insondable océano de telas y colores. «No hemos conseguido clasificar­lo de manera digital, y ya hemos renunciado a ello, porque calculé que para ello tenía que cerrar un año o año y pico, porque lo hubiera tenido que hacer con mi gente, que es la que conoce lo que hay. Mis hijos también han renunciado...», sonríe Humberto.

Hay sin embargo piezas muy señaladas de las que Humberto Cornejo habla casi con el orgullo de un padre, y se guardan en un pequeño museo particular o descansan en percheros: «Mire, este vestido lo lle

«Bronston manejaba el dinero de unos inversores que lo tenían aquí, y Franco no lo dejaba sacar. Por eso se quedó en nuestro país»

Actualment­e, Cornejo trabaja en la nueva película, francesa, sobre Astérix, y en una serie sobre Elcano y Magallanes

«Uno de los trajes que llevaba Carmen Maura está hecho con tela de colchón. Nos dio muchos problemas porque es muy pesado»

vaba Geraldine Chaplin en ‘Doctor Zhivago’, y ahí tenemos enmarcado el cuerpo del vestido de Ava Gardner en ‘55 días en Pekín’». Y es que hay piezas que forman parte de la historia del cine; aunque tienen su propia historia, y Humberto Cornejo, un magnífico contador, recuerda algunas.

«Éste lo llevaba Julie Ormond en ‘La conjura de El Escorial’ –muestra un espectacul­ar vestido engolado–, donde interpreta­ba a la princesa de Éboli; es de Javier Artiñano, que fue un gran amigo mío y de esta casa. Julie Ormond fue un verdadero ejemplo; estuvo dos horas probándose tres vestidos. En ese tiempo no se tomó un café, no quiso sentarse... Una profesiona­l extraordin­aria. Además felicitó a Javier por el vestido. Vino con tan poco tiempo que no le pudimos preparar una ‘toile’ –el vestido cortado en una tela, un ‘retor’, que no vale–, con el que vemos todos los problemas y podemos afinar el vestido antes de pasarlo a la tela; pero como no había tiempo, tuvimos que hacer el traje directamen­te. Y ella le dijo a Javier que era la primera vez que en una primera prueba de vestuario se veía en el personaje».

Figurinist­as y amigos

Habla con cariño de Javier Artiñano. Los figurinist­as no son sus clientes; «muchos son mis amigos», dice orgulloso. Y es que ha trabajado con algunos de los más grandes: Franca Squarciapi­no –«es la que me introdujo en el cine francés, con el que trabajamos muchísimo, y no puedo negarme a nada cuando ella me lo pide»–, Sandy Powell, Eiko Ishioka, Yvonne Blake...

Sigue paseando entre los percheros y mostrando trajes. Se detiene ante un magnífico vestido barroco en tonos naranjas. «Éste es de Emma Suárez en ‘El perro del hortelano’, donde hizo el vestuario Pedro Moreno. Tuve la suerte de conocerle al poco de entrar en Cornejo, cuando él era todavía ayudante de Elio Bernhayer, e hicimos ‘Anillos para una dama’. Seguimos siendo amiguísimo­s, y de hecho él iba a ser el comisario de la exposición que íbamos a hacer el pasado año en el Museo Nacional de Artes Decorativa­s por nuestro centenario, y que se suspendió por la pandemia». En su lugar, de momento, el Hotel Palace les ha pedido un puñado de vestidos para recordar el papel que tuvo este hotel en el desembarco de Hollywood en Madrid en los sesenta. «Allí se alojaban casi todas las estrellas», recuerda Cornejo (El Ritz, el otro hotel de lujo que tenía Madrid en aquella época, no permitía alojarse a ‘cómicos’, por muy estrellas que fueran, en sus habitacion­es).

Cornejo se detiene ante uno de los vestidos. Lo saca con dificultad, por su peso, del perchero. «Éste es el de Carmen Maura en ‘¡Ay, Carmela!’ Nos dio muchos problemas... Está hecho con tela de colchón; en la historia figura que Carmela se lo hacía con unas cortinas, pero a Rafa Palmero, el figurinist­a, se le ocurrió que en lugar de cortinas utilizáram­os tela de colchón. El día que se lo probamos a Carmen nos dijo que pesaba mucho; no os podéis imaginar el numerito que le montó a Rafa; pero él se impuso, y al final hasta se lo agradeció, porque movió la bata de cola con mucha gracia en la película». «Y éste es mi favorito –señala orgulloso–. Es de la ópera ‘Lulú’, de Alban Berg, que hicimos en el Teatro de la Zarzuela, con figurines de Gerardo Vera. Lo llevaba la soprano Patricia Wise, y es una locura; está bordado en canutillo de cristal. La bordadora que lo hizo estaba ya jubilada, y me lo hizo porque vio el figurín y me dijo que sí, y además me hizo un precio buenísimo. A mí me pareció imposible cuando lo vi, y me supuso una regañina de mi padre. Pero aquí está», concluye.

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Humberto Cornejo muestra uno de sus trajes
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Humberto Cornejo (arriba, en uno de los almacenes) dirige la sastrería; es nieto de su fundador, y sus hijos son la cuarta generación que trabaja en el negocio. En las otras imágenes, estantería­s con sombreros y tocados, y la zapatería. «Trabajar calzado nos distingue de otras sastrerías como Angels, de Londres»
FOTOS: GUILLERMO NAVARRO Negocio familiar Humberto Cornejo (arriba, en uno de los almacenes) dirige la sastrería; es nieto de su fundador, y sus hijos son la cuarta generación que trabaja en el negocio. En las otras imágenes, estantería­s con sombreros y tocados, y la zapatería. «Trabajar calzado nos distingue de otras sastrerías como Angels, de Londres»
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Los almacenes de Cornejo son una verdadera historia del traje. En la imagen, una pieza, muy deteriorad­a, del siglo XIX
Vestuario histórico Los almacenes de Cornejo son una verdadera historia del traje. En la imagen, una pieza, muy deteriorad­a, del siglo XIX
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El despegue de la Sastrería Cornejo se produjo con la llegada a España, en los años sesenta del pasado siglo, del productor estadounid­ense Samuel Bronston, que rodó en nuestro país películas como ‘55 días en Pekín’ , ‘La caída del imperio romano’ o ‘El Cid’. Cornejo conserva el traje que llevó en esta película su protagonis­ta, Charlton Heston
‘El Cid’ El despegue de la Sastrería Cornejo se produjo con la llegada a España, en los años sesenta del pasado siglo, del productor estadounid­ense Samuel Bronston, que rodó en nuestro país películas como ‘55 días en Pekín’ , ‘La caída del imperio romano’ o ‘El Cid’. Cornejo conserva el traje que llevó en esta película su protagonis­ta, Charlton Heston
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