El show debe continuar
A las pocas semanas de salir de la UE, el Ejecutivo británico anuncia que incumple sus obligaciones internacionales
El tratado de retirada de la UE obliga al Reino Unido a crear una frontera económica en el mar de Irlanda. El Ulster sigue alineado con las normas comunitarias sobre mercancías, mientras que el resto del país no tiene esta obligación, aunque materialmente sigan siendo idénticas hasta que se empiecen a modificar desde Londres. El estatus especial de Irlanda del Norte fue una solución barroca, ideada por el Gobierno de Johnson para garantizar los acuerdos de paz de Viernes Santo en la isla de Irlanda y maximizar la soberanía formal en el resto de su territorio.
A las pocas semanas de salir de la UE, el Ejecutivo británico anuncia que incumple sus obligaciones internacionales. Prorroga de forma unilateral hasta octubre el período pactado con la UE durante el cual todavía no hay controles sobre envíos de paquetes y suministros a Irlanda del Norte desde Gran Bretaña. Fácilmente se podía haber llegado en este punto a un acuerdo con la Comisión. Hubiera bastado enfatizar el argumento comprensible de que la puesta en pie de la nueva frontera intra-británica es una operación compleja, más aún en medio de la crisis del coronavirus. Pero algunos miembros del Gobierno de Johnson hacen carrera desafiando a la UE, acostumbrados a la comodidad de contar con un enemigo externo al que culpar de sus problemas. Esta patada a la mesa no es fruto de un cálculo coste-beneficio, salvo que suficientes electores aspiren al consuelo de un nacionalismo inglés que a la larga les hará más pobres.
El Parlamento Europeo aún no ha ratificado el acuerdo de comercio con el Reino Unido, poco ambicioso pero mejor que el salto al precipicio del no acuerdo. Asimismo, el tratado de retirada permite denunciar al Reino Unido ante el Tribunal de Justicia de la UE por incumplimiento de sus obligaciones en situaciones como ésta. La Unión sigue teniendo las mejores cartas en la relación con su antiguo Estado miembro. La diplomacia británica es consciente del desigual reparto de fuerzas, pero el sector hooligan de los conservadores parece dispuesto a añadir nuevos capítulos a la trepidante saga del Brexit.